Dicho está: «Si alguno deja a su mujer, y está se va de él y se junta a otro hombre, ¿volverá de nuevo a ella? ¿ No será tal tierra del todo mancillada?» Tú, pues, has fornicado con muchos amigos, ¿ habrás de volver a mí?, dice Jehová.
_Jeremías 3:1_
Un grupo de mujeres reivindicaba justicia frente al palacio de los tribunales de Bello Horizonte. «Quien ama, no mata», gritaban, exigiendo un severo castigo para el empresario que había asesinado a su esposa en «legítima defensa de honra», según sus abogados. No sería la primera vez que la justicia humana daría veredicto de libertad a un marido que había asesinado a la esposa infiel.
En el versículo de hoy encontramos el cuadro de una esposa infiel. La ley decía que un hombre que repudiaba a una mujer, nunca más podía tomarla de nuevo ( Deuteronomio 24:1-4), pero Dios mira a su pueblo y le dice: «Tú, pues, que has fornicado con muchos amigos, ¿ habrás de volver a mí?»
Cuando pensamos en el pueblo adúltero que abandona a su Dios y corre tras otros amantes, generalmente pensamos que esos «otros amantes» son las formas de pecado en sus diferentes tipos de placeres. Nuestra mente, inmediatamente piensa en cine pornográfico, robo, vicios, promiscuidad, perversiones o cosas parecidas. Para nosotros, un adúltero espiritual es el que está completamente fuera de la iglesia, viviendo una vida desarreglada y yendo hacia abajo en el tobogán de los apetitos carnales.
Pero el versículo 2 nos da a entender que el problema de Judá tenía profundas implicaciones espirituales. Menciona los montes santos donde Judá se prostituía con cultos a dioses paganos, y también menciona a los árabes, cuyo culto a la naturaleza tenía como centro de adoración al propio hombre.
Dios habla aquí de una mujer adúltera. Ella tiene otro marido, otro Dios, otro sustentador. Ella concentra su confianza en otro brazo. «¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque estos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha cambiado su gloria por la que no aprovecha» (Jeremías 2:11).
Podemos pensar que Dios está hablando aquí de idolatría. Esta bien. Pero, ¿existe mayor idolatría que la de confiar en las propias fuerzas para vivir la vida cristiana? ¿Qué está haciendo el hombre que pretende ser un buen cristiano, pero que no pasa tiempo a solas con Dios? ¿ En el brazo de quién está confiando? ¿ A quién está sirviendo?
El Señor nos dice hoy: «Has fornicado con muchos amigos; ¡vuelve a mí!»
Gracias sean dadas a Dios porque siempre está dispuesto a recibirnos de nuevo.
_Por Alejandro Bullón_
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