María tendrá un hijo, y te pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados, Mateo 1: 21.
Una de las historias más emocionantes que me han contado sobre cómo la gente se ha unido para proteger la vida de los animales, tiene que ver con el órix de Arabia. Para la década de 1960 los cazadores prácticamente habían acabado con todos. Los últimos en estado salvaje murieron en Omán, en 1972. Pero antes, un grupo de personas interesadas en preservar las criaturas de Dios capturó a unos cuantos y los enviaron a zoológicos en Estados Unidos y Europa. Los que llegaron a Estados Unidos fueron trasladados al desierto de Arizona. En 1980, algunos de estos antílopes regresaron en avión a Omán, donde la gente deseaba que volvieran a repoblar la región. El primer grupo fue al centro Yalooni, donde la tribu de los harasi prometió vigilarlos y protegerlos de los cazadores. Los cuidadores recibieron radios y varios antilopes llevaban radiotransmisores en sus cuellos, para que sus cuidadores siempre supieran dónde estaban.
El pueblo harasi respeta mucho la naturaleza; tanto, que ni siquiera talan árboles. Solamente usan madera de árboles muertos (serían excelentes Conquistadores, ¿verdad?).
Millones de dólares se invirtieron para establecer y preservar una zona enrejada especial para proteger a los órix. La vigilancia continuó durante dos años; luego nació la primera cría de órix en su nuevo hábitat. En ese momento los científicos dijeron: «El nacimiento de este becerro es muy importante para nosotros, porque ahora sentimos que comienzan una nueva vida, y consideramos que será próspera».
Cuando un Bebé nació hace más de dos mil años en un establo de Belén, la raza humana no sintió la diferencia. Pero cuando creció y se sometió a la muerte en la cruz, por nosotros los pecadores, muchos supieron que algo increíblemente importante había sucedido. La muerte y la resurrección de Jesús nos dio una nueva vida. Su nacimiento en esta tierra lo hizo todo posible. Agradece hoy a Dios por Jesús.