«Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis mas y más». 1 Tesalonicenses 4: 1, RV60
«¿CON QUÉ ME PRESENTARÉ ante Jehová y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?» (Miqueas 6: 6, 7).
La respuesta a la pregunta del profeta es: con fe inquebrantable y confianza plena en Cristo nuestro Salvador, porque «sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11: 6).
Dios detesta la duda, «porque el que duda es como la onda del mar que es arrastrada por el viento, y echada de una parte a otra» (Santiago l: 6). «No perdáis pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa. [… ] Mas el justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma» (Hebreos 10: 35, 38, 39).
Haga suyas estas palabras: «Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto» (l Crónicas 29: 17). «Alabaré con cánticos el nombre de Dios, lo exaltaré con alabanza. Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey o becerro que tiene cuernos y pezuñas» (Salmo 69: 30, 31). La rectitud, la bondad y la humildad son características de quienes tienen el corazón de Dios.
Miqueas concluye: «Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6: 8). Al Señor le agradan sus hijos temerosos que actúan con justicia, pero también los que hacen el bien y ayudan al necesitado, y los obedientes a los padres y a Dios. A todos ellos Dios les da sabiduría, ciencia y gozo.
Fortalezcamos nuestra fe, practiquemos la justicia y amemos a Dios sobre todas las cosas para agradarlo y poder comprobar «cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2).