«Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». Génesis 12: 2, 3, RV60
LAS BENDICIONES de Dios son un privilegio, pero también una gran responsabilidad. No deberíamos vivir aislados ni dedicarnos solo a recibir, dando muy poco o nada; Dios desea que seamos un canal a través del cual fluyan las bendiciones hacia otros y, de ese modo, salir beneficiados también nosotros mismos.
Podríamos mencionar algunas «leyes» relativas a las bendiciones que recibimos de Dios. La primera es que debemos redirigirlas a otros: «Te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición» (Génesis 12: 2). Abraham fue un modelo a seguir por sus coetáneos en su trato con los demás, su felicidad y en su vida espiritual.
«Abraham fue honrado por los pueblos circunvecinos como un príncipe poderoso y un caudillo sabio y capaz. No dejó de ejercer su influencia entre sus vecinos. Su vida y su carácter, en contraste con la vida y el carácter de los idólatras, ejercían una influencia notable a favor de la verdadera fe. Su fidelidad hacia Dios fue inquebrantable, en tanto que su afabilidad y benevolencia inspiraban confianza y amistad, y su grandeza sin afectación imponía respeto y honra» (Patriarcas y profetas, cap. 12, p. 113).
Otra «ley» es que cuando somos bendición para otros, Dios cubre nuestras necesida- des; cuando ayudamos a otros, el Señor asume la responsabilidad de nuestros problemas: «No hay nadie que haya dejado casa, o padres o hermanos o mujer o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna» (Lucas 18: 29, 30).
La siguiente «ley» es que las bendiciones que se comparten, retornan. «Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Lucas 6: 38).
Por último, debemos compartir nuevamente esas bendiciones que retornan: «A quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá» (Lucas 12:48).
Tengamos cada día el propósito de dirigir nuestra vida según estas «leyes».