Al verla, dijo: «¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar «mujer», porque Dios la sacó del hombre», Génesis 2: 23.
La grulla de Manchuria, una de las 15 especies de grulla, para los japoneses es símbolo de felicidad, longevidad y fidelidad marital, porque estas aves usualmente conservan una sola pareja. También es símbolo del amor. Viven en regiones de China, Siberia, Corea y la sección este de Hokkaido. Con una altura de metro y medio, y un peso de casi diez kilos, tienen una corona rojiza en sus cabezas que las hace hermosísimas.
Algunas grullas de Manchuria pasan el invierno en Hokkaido. Ahí las temperaturas bajan a -20 grados. Para mantener calientes sus largas y delgadas patas, las grullas se paran en una, mientras que meten la otra bajo un ala. Cuando la pata en que estaban de pie se enfría, cambian de pata. Si hace mucho frío, también colocan sus cabezas bajo las alas.
A principios de la primavera, el macho vuela con su pareja y comienza a cortejarla, saltando y aleteando. Ella entonces lo imita. Si hay otras grullas por ahí, también se unen a la danza aérea. Este salto de enamorados levanta a la grulla bien por sobre su pareja en el suelo. Cuando una salta, la otra hace círculos en el suelo con sus alas extendidas. Al terminar la pequeña danza, el macho se coloca estirado junto a su pareja y extiende sus alas, como para decir:
“Listo. Ahora eres mía”. Así es.
Las grullas tienen un llamado al que los japoneses se refieren como “voz de grulla”. Es un llamado de autoridad, que dice: “Este es nuestro territorio. No nos molesten”.
Jesús nos ha hecho a todos de su propiedad. Le pertenecemos. Nos ha dicho como nosotros, hombres y mujeres, debemos vivir. Agradece a Dios hoy por las reglas que te ha dado para vivir, porque eres propiedad suya.