«Más te vale volver a tu casa! Yo había prometido hacerte grandes honores, pero el Señor lo ha impedido». Números 24: 11, DHH
CUANDO BALAAM cumplió la voluntad de Dios bendiciendo tres veces a Israel en’ lugar de maldecirlo como deseaba Balac, se marchó a Mesopotamia. «Después de que llegara a su casa, le abandonó el poder del Espíritu de Dios que lo había dominado, y prevaleció su codicia, que hasta entonces había sido tan solo refrenada» (Patriarcas y profetas, cap. 40, p. 426).
Estando allí, comenzó a recordar los regalos y el dinero que Balac le había ofrecido. ¿Por qué no los había aceptado? Pensaba en la recompensa, en el pago de su salario, y maquinó un plan más efectivo que el anterior. No pudo maldecir al pueblo, pero pensó que si las mujeres de Moab se mezclaban con los hombres de Israel y los inducían a la adoración de Baal-peor y a la inmoralidad, Dios se enojaría con ellos, retiraría su bendición y los destruiría sin que Balac peleara con ellos.
Con esa idea en mente, regresó a Moab y le presentó el plan diabólico a Balac. A este le pareció una excelente idea, le pagó bien por ello y se quedó allí para ayudar y ver el resultado. «Balaam presenció el éxito de su plan diabólico. Vio cómo caía la maldición de Dios sobre su pueblo y cómo millares eran víctimas de sus juicios; pero la justicia divina que castigó el pecado en Israel no dejó escapar a los tentadores. En la guerra de Israel contra los madianitas, Balaam fue muerto» (ibíd., p. 427).
No podremos recibir la gracia de Dios si rechazamossus planes y su voluntad y nos apartamos del camino del bien; a menos que nos arrepintamos a tiempo y busquemos a Dios de todo corazón, quedaremos expuestos a las fuerzas del mal.
«La suerte de Balaam se asemeja a la de Judas, y los caracteres de ambos son muy parecidos […]. Recibieron mucha iluminación espiritual y […] gozaron de grandes prerrogativas; pero un solo pecado que ellos abrigaban en su corazón, envenenó todo su carácter y causó su destrucción» (ibíd., p. 427).
No permitamos que la codicia, la ambición o las tentaciones de Satanás nos enreden. Sigamos la santa y perfecta voluntad de Dios y preparémonos para llegar al cielo.