Si hablas con cualquier comediante, te dirá que el tiempo lo es todo. un comentario gracioso en el momento equivocado, pierde sentido. Pero un comentario irónico en el momento preciso, hace que el público se ría sin parar.
Los comediantes no son los únicos que reconocen el poder del tiempo. Toda persona que se destaca en lo que hace, sea un predicador o un atleta profesional, sabe que el tiempo importa.
El sabio rey Salomón explicó poéticamente que hay un tiempo adecuado y uno erróneo para todo:
«Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar: un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz» (Eclesiastés 3: 1-8, NVI).
Salomón lo resume de esta manera: «Dios hizo todo hermoso en su momento» (versículo I l, NVI). La acción o la palabra correcta en el momento correcto, es hermosa. No te apresures ni te demores mucho, sigue el tiempo de Dios.
Ponlo en práctica: Presta atención a tu tiempo. ¿Estás haciendo algo bueno en el tiempo equivocado?
Ponlo en oración: Pídele a Dios que te ayude a avanzar a la velocidad de su reloj y no del tuyo.