«Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos»» (Marcos 9: 35).
Los doce hombres que se convirtieron en los seguidores más cercanos de Jesús probablemente pensaron que alcanzarían fama y fortuna. Puedo imaginarlos sentados pensando en las bonitas casas, los costosos trajes y los equipos de sirvientes que algún día tendrían. Después de todo, creían que Jesús sería rey; y si él iba a ser rey, como sus amigos más íntimos ellos también llegarían a ser poderosos e influyentes.
Estas ansias de grandeza parecían estar siempre dando vueltas en sus cabezas. En cierta ocasión, los doce hasta comenzaron a discutir por ello: «Por entonces los discípulos comenzaron a discutir quién de ellos sería el más importante» (Lucas 9: 46). Cuando Jesús vio lo que estaba pasando, se dio cuenta de que sus discípulos aún no entendían la clase de reino que él estaba fundando. En respuesta, trató de explicarles que en su reino todo era al revés: «Por eso, el más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante» (versículo 48).
En otra ocasión, Jesús intentó explicarlo de nuevo: «Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: «Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos»» (Marcos 9: 35). Está claro que a los doce no les gustaron estas respuestas. Ellos querían tener siervos, no ser ellos los siervos.
Jesús no solo habló de ser siervos, sino que él mismo actuó como uno al servir a la gente cada día de su vida. Antes de morir incluso se puso de rodillas para lavar los pies de sus discípulos, en otro ejemplo de cómo ser un verdadero siervo.
En el reino al revés de Dios, los héroes no son los que se hacen ricos y famosos, sino aquellos que satisfacen las necesidades de los demás. De hecho, llegará un día en el que Dios aplaudirá personalmente a estos siervos. Él los enviará desde el último lugar hacia el frente y dirá: «Bien, buen siervo y fiel. […] Entra en el gozo de tu señor» (Mateo 25: 23, RVC).
Ponlo en práctica: Encuentra una manera de servir a alguien hoy. No lo hagas para aparentar o para sentirte orgulloso, sino como un acto de amor.
Ponlo en oración: Ora: «Señor, revélame hoy cómo quieres que te sirva a ti y a los demás».