«Ahora bien, Elías, el de Tisbé de Galaad, fue a decirle a Acab:»Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene»». 1 Reyes 17: 1,
YA HEMOS COMENTADO en temas anteriores que el Señor utilizó al profeta Elías para hacer reflexionar a Acab acerca del mal camino que estaba siguiendo con su práctica idólatra. Dios trajo sobre la tierra tres años y medio de sequía con el fin de que todos vieran que el dios de la lluvia no era Baal, sino el verdadero Dios creador. Sin embargo, habiéndose convertido en el vocero del cielo, el profeta tuvo que huir y protegerse.
Ante esta difícil situación, el Señor utilizó medios poco comunes para sustentar a Elías. El primero fueron los cuervos. Si no hubieran estado dirigidas por Dios, lo más seguro es que estas aves de rapiña se hubiesen comido la carne que le llevaban a Elías.
Otro medio que Dios usó para sustentar a Elías fue la viuda pobre de Sarepta, habitante de un pueblo pagano y desprovista de medios para ayudar a un necesitado. Sin duda, el Señor podría haber elegido cualquier otra manera de alimentar al profeta, pero se valió de lo escaso y frágil para mostrar su poder, el cual se perfecciona en la debilidad (ver 2 Corintios 12: 9).
De igual manera, cuando Elías huyó por segunda vez a Oreb, después de la victoria en el monte Carmelo, caminó durante todo un día por el desierto. Cansado y rendido, se sentó debajo de un enebro y se durmió. De pronto, un ángel lo tocó y le mostró «una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua», y le dijo: «Levántate y come» (1 Reyes 19: 3-7).
Es interesante reflexionar en los medios que el Señor utilizó para cuidar del profeta en medio de la adversidad. También nos sustentará a nosotros y así nos lo promete: «NO serán avergonzados en el tiempo de dificultad, y en los días de hambre serán saciados» (Salmo 37: 19).