«Yo avanzaré delante de ti y convertiré los montes en llanuras; romperé los portones de bronce y haré pedazos sus barras de hierro. Yo te daré tesoros escondidos que tengo en lugares secretos. Así sabrás que yo soy Dios, el único Dios de Israel». Isaías 45: 2-3, TLA
PARA FINALIZAR MI HISTORIA primero debo retroceder un poco. Nací en un hogar de padres analfabetos, pero desde niño ellos me enseñaron acerca de Dios. Solo pude estudiar hasta el tercer año de primaria, así que pensé que pasaría el resto de mi vida en el campo, o lavando carros en la ciudad. Sin embargo, cuando conocí la Iglesia Adventista, su filosofía educativa hizo que cambiaran mis aspiraciones. Comencé a sentir el gran deseo de estudiar e inicié el arduo camino hacia la superación personal.
Realicé la secundaria en un año y presenté las pruebas del estado, pero no saqué el puntaje requerido por la universidad para estudiar Teología, así que no me aceptaron. Solicité también en la Universidad Peruana Unión, pero tampoco me aceptaron.
Regresé a Colombia y visité nuevamente la universidad con cartas de recomendación, pero fui rechazado por segunda vez. Hablé de manera personal con los dirigentes, pero no logré nada. Entonces decidí proponerle a la universidad que me dejaran estudiar sin darme título, solo quería el conocimiento, pero mi propuesta fue rechazada.
Una madrugada, busqué a Dios como nunca antes, en mi oración le recordé todas las maravillas que había hecho, le dije: «Señor, tú abriste el mar para liberar a tu pueblo. Derribaste los muros de Jericó, detuviste el sol para contestarle a Josué. Resucitaste a los muertos. ¿Y no puedes abrirme las puertas de la universidad para yo estudiar Teología y servirte?». Entre lágrimas le dije al Señor: «Dame la oportunidad de servirte, tú puedes, eres especializado en lo imposible» y terminé agradeciendo a Dios, porque sentía que todas las puertas estaban abiertas para mí.
Justo una hora más tarde recibí una llamada de la universidad diciéndome: «Venga hoy mismo, porque mañana empieza sus estudios». Ese mismo día viajé. Cuando empecé mi primera clase, pensé que estaba soñando, pero era real.
Para honra y gloria de Dios logré no solo estudiar la licenciatura, sino que hoy poseo dos doctorados.
Nunca es tarde para triunfar, arrodíllate ahora mismo y dile a Dios qué quieres ser y por su bendito poder lo serás.
Juan Caicedo Solis
Colombia
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Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2018 “365 vivencias de jóvenes como tu