Jesús le contesto: Si quiero que el permanezca hasta que yo vuelva. ¿Qué te importa a ti? Tu sígueme. Juan 21:22.
Una mañana temprano después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando siete de los discípulos salieron a pescar, Jesús se apareció en la orilla para encontrarse con ellos. Después de ayudarlos milagrosamente a capturar peces, el Salvador encendió una fogata en la orilla y los invitó a desayunar con él.
Una vez terminaron el desayuno, Jesús se llevó a Pedro aparte para tener una conversación privada con él. Recuerda que el discípulo había negado públicamente a Jesús tres veces antes de su crucifixión. Ahora Jesús quería reconciliarse con Pedro y ponerlo en el camino correcto. Le preguntó si él realmente lo amaba, y le encomendó entonces la misión de cuidar de sus ovejas. Una última cosa que Jesús mencionó fue el futuro de Pedro: predijo cómo moriría. Cuando Pedro lo oyó, señaló hacia donde Juan estaba caminando, y dijo: «»Señor, y a este, ¿qué le va a pasar?». jesús le contestó: «Si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme»» Cuan 2 1 : 22) En otras palabras: «No es de tu incumbencia lo que le suceda a él. Te estoy pidiendo que me sigas, y eso es lo que debe importarte».
Hay tres tipos de asuntos: mis asuntos, tus asuntos y los asuntos de Dios. Cuando Pedro comenzó a preguntarle a Jesús qué le iba a suceder a Juan, eso no era asunto suyo. Eso era asunto de Juan y de Dios. Jesús quería que Pedro se concentrara en sus propias responsabilidades: amar a Dios y cuidar de sus ovejas.
Cada vez que comiences a distraerte con las vidas ajenas, o que te sientas tentado a hablar de los demás, recuerda que eso es asunto de ellos. Tú ocúpate de tus propios asuntos. ¿Qué es lo que Dios quiere que hagas? ¿Qué le está diciendo a tu corazón? ¿En qué aspectos de la vida está tratando de nutrirte y prepararte? ¿De qué manera puedes cooperar con él? Enfócate en eso. Esos son tus asuntos.
Dios es lo suficientemente amoroso, lo suficientemente bondadoso y lo suficientemente poderoso como para manejar todos los grandes asuntos que no están bajo tu control. Confía en que él cuidará de sus asuntos mientras tú te encargas de los tuyos.
Ponlo en práctica: Cuando te sientas tentado a preocuparte o a hablar de algo, pregúntate: ¿asunto de Dios, asunto mío, o asunto de otro?
Ponlo en oración: Pide la bendición y el poder de Dios de tus propios asuntos. Cuando ores, ríndele todo aquello que no tenga nada que ver contigo.