«Los justos, en sus casas, repiten este grito de alegría: «¡Dios con su poder ha alcanzado la victoria! ¡Alabemos su poder!»». Salmo 1 18: 15-16, TLA
SOMOS NOSOTROS LOS QUE NOS ABRIMOS las compuertas de la desgracia o las del gozo, Si permitimos que las dificultades y trivialidades terrenales dominen nuestros pensamientos, nuestro corazón se llenará de incredulidad, oscuridad y malos presentimientos. Si fijamos nuestros afectos en las cosas de lo alto, la voz de Jesús hablará a nuestro corazón, las murmuraciones cesarán, y los pensamientos negativos se transformarán en alabanzas a nuestro Redentor. Los que se espacian en las grandes misericordias de Dios, y que no se olvidan de sus más pequeñas bendiciones, se ceñirán de alegría, y habrá en su corazón melodías para el Señor.— Consejos para los maestros, S 30, p. 222.
Cuando entonemos en el hogar dulces y puras melodías, habrá menos palabras de censura y más de alegría, esperanza y gozo.— La educación, cap. 17, p. 152.
De algún modo el padre es el sacerdote de la familia, en cuyo altar ofrece sacrificio matutino y vespertino. Pero la esposa y los hijos deben unirse con él en la oración y en el canto de alabanza. Por la mañana, antes de irse a sus quehaceres cotidianos, reúna el padre a sus hijos en torno suyo y, postrados ante Dios, encomiéndelos al cuidado del Padre celestial. Cuando hayan pasado los afanes del día, vuélvase a reunir la familia en oración de acción de gracias y en canto de alabanza, para reconocer el cuidado divino del cual fue objeto durante el día. — El ministerio de curación, cap. 33, p. 274.
«Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes». Deuteronomio 6: 6-7, TLA