«Que se alegren los fieles por su gloria; que hasta en su cama griten de alegría». Salmo 149: 5, PDT
CUANDO COMPRENDEMOS el significado del sacrificio de Cristo en nuestro favor, nuestros labios se sintonizan con los temas de alabanza más sublimes. — Consejos para los maestros, capítulo 53, p. 356. A menudo se pervierte la música poniéndola al servicio de propósitos inicuos, y de ese modo llega a ser uno de los medios más seductores de la tentación. No obstante, debidamente empleada es un maravilloso don divino, destinado a elevar el pensamiento hacia los más sublimes de los temas, y a inspirar y engrandecer el espíritu. Así como los israelitas en su marcha por el desierto se gozaban con la música sacra, Dios invita a sus hijos a alegrar su vida de peregrinaje por ese mismo medio. Hay pocos métodos más eficaces para grabar los preceptos divinos en la memoria que a través del canto. La música sacra tiene un enorme poder; capaz de subyugar naturalezas rudas y toscas, de revitalizar los ideales y consolidar la unidad, de promover la armonía en la acción, así como de superar el desánimo y los presentimientos que menoscaban el valor y debilitan las energías. […] En medio de la densa oscuridad que provocará la última gran crisis mundial, la luz de Dios alumbrará con más brillo, y se dejará oír en los acordes más diáfanos y sublimes el canto de esperanza y confianza – La educación, cap. 17 pp. 151- 152, adaptada.
<<Mi corazón, Dios está dispuesto, cantaré y entonaré salmos; ésta es mi gloria. ¡Despiértate Salterio y arpa, despertaré al alba! Te alabaré, Jehová, entre los pueblos, a ti cantaré salmos entre las naciones>>. Salmos 108: 1-3