<<Porque Jehovà es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey. ¡Él mismo nos salvará!>>. Isaías 33: 22
EN MEDIO DE LA ESCLAVITUD y las tinieblas morales y espirituales que envolvían al pueblo de Dios, el profeta presenta una vislumbre de lo que será la Tierra cuando Jesús aparezca.
<<Mira a Sion>>, dice el profeta. <<Ciertamente allí será Jehová poderoso para con nosotros>> (vers. 20, 21).
Cualquier persona, sin importar cuán bajo haya caído ni cuán lejos haya ido, tiene un futuro glorioso cuando permite que el Señor reine en su vida con majestad.
Nadie que viera los escombros espirituales de Israel podía pensar que habría remedio para ella, pero Jesús se presenta como el Libertador y Restaurador, capaz de hacer cosas <<imposibles>> según la opinión humana.
El versículo de hoy presenta la experiencia de una persona que vive en comunión diaria con el Dios soberano. <<Jehová es nuestro juez>>, dice. Un juez es una persona probadamente madura y equilibrada. Un juez debe saber tomar decisiones no solo para él, sino para los demás. A veces en la vida pasamos por situaciones en las cuales no sabemos cómo actuar, no sabemos qué decisión tomar; nos sentimos en una encrucijada. En esos momentos es reconfortante saber que el Señor es nuestro juez, y si el Señor habita en nosotros por la presencia de su Santo Espíritu, entonces será fácil entender por qué dice que nuestros <<oídos oirán detrás de nosotros la palabra que diga: «Este es el camino, andad por él»>> (Isa. 30: 21).
Otras veces en la vida necesitamos entender y respetar los principios divinos, porque fueron establecidos para nuestra protección.
El Señor, que es nuestro Legislador, quiere que su ley está escrita no solamente en las tablas de piedra, sino también en nuestro corazón. Aunque la letra solo dice: <<No matarás>>, el Espíritu habla dentro de nosotros y dice: <<Si miras a una mujer para codiciarla, ya adulteraste con ella en tu corazón>> (ver Mat. 5: 21-30).
Quien quiera huir de la letra, caer necesariamente en el Espíritu. Jesus no nos libera de sus principios; nos libera del pecado para que andemos en su luz.
Finalmente, Jesús es nuestro Rey. Gobierna soberano en el corazón de su pueblo. No por la fuerza, no por el miedo. <<Me lleva a la sala de banquetes, y tendió sobre mí la bandera de su amor>> (Cant. 2:4).
La salvación es Cristo trayendo a la experiencia humana el equilibrio y la madurez del juez, la rectitud y la justicia del legislador, y la realeza y el brillo majestuoso de un rey. ¿Te gustaría abrir tu corazón y decirle hoy a Jesús: <<Reina soberano en mi vida>>?