«Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí» (Mat. 25:40).
No podía dejar de pensar en lo que había preguntado nuestro hijo, Paul: «¿En realidad estoy sirviendo a Jesús?» Siempre he considerado servir a otros como un privilegio y un gozo. De hecho, era emocionante pensar que podía estar sirviendo a mi mejor amigo, Jesús, ¡quien me creó! Quien ha posibilitado que esté con él por la eternidad. La pregunta de Paul me recordó cuando Jesús dijo: «Cualquier cosa que hagan por otros, la están haciendo por mí. ¡Qué gran privilegio tenemos!»
Dios nos ama profundamente. Está más cerca de nosotras de lo que pensamos. Piensa en esto: cada aliento que nos da, cada latido, son un regalo de Dios. Él contesta oraciones; se preocupa por todo lo que nos inquieta. Escritos inspirados dicen que lo conoceremos por su voz. Escuchamos la voz de Dios de distintas formas, especialmente al estudiar su Palabra, su carta de amor para nosotros.
Me dieron un número telefónico y me pidieron que contactara a una joven esposa que estaba pasando por un divorcio difícil. Por muchos meses, ella y yo pasamos horas al teléfono, orando y, a veces, llorando juntas. En todo ese tiempo, no había conocido a Carol, pero reconocía su voz cada vez que ella llamaba.
En una reunión campestre, un sábado de mañana, estaba buscando un asiento vacío en la gran carpa. Entonces, escuché una voz y supe inmediatamente que era Carol. No podía esperar para verla, pararme a su lado y darle un abrazo por primera vez. Esta experiencia me dio una pequeña vislumbre de lo que será cuando
veamos a Jesús. ¡Lo conoceremos por su voz! Para sobrevivir las tormentas de la vida, tendremos que conocerlo. Podemos conocer a Dios no solo por su voz, sino también a través de la naturaleza, su guía providencial, las impresiones del Espíritu Santo, sus consejeros; y puede haber aún más maneras que no hayamos notado.
Ahora, al realizar mis actividades de rutina, a menudo me encuentro pensando: ¿De verdad estoy sirviendo a Jesús? Servir a Jesús a través del servicio a los demás es nuestro gran privilegio. Ningún sacrificio será demasiado grande.
El momento de oración es maravilloso para comunicarnos, para escuchar la voz de Dios y darnos cuenta de que la oración es la puerta de entrada a nuestro corazón y para recibir su paz, consuelo y amor. Qué día glorioso será cuando oigamos la voz de Jesús con el mensaje: «Mi gracia es todo lo que necesitas»
IONE RICHARDSON es profesora e instructora bíblica en Oregón, EE. UU.