«Una vez que quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada»». Juan 6: 12, NVI
EN LA ECONOMÍA DE DIOS, sus bendiciones no se desperdician, sino que se comparten con los más necesitados. A pesar de su capacidad de producir recursos infinitos, Jesús recomendó el ahorro: «Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada» (Juan 6: 12, NVI). En este mundo, muchos están acostumbrados a dilapidar sus recursos. Muchos malgastan sus ingresos adquiriendo cosas que no necesitan. Además, solemos desperdiciar la comida, el agua y hasta nuestro tiempo. En algunos países, en un año se entierran más de 30 millones de toneladas de desperdicios de comida y alrededor de 250 millones de toneladas de desechos en los basureros.
Los recursos de Dios son valiosos, no solamente en tiempos de escasez, sino también en los de abundancia. Dios no ha dejado de saciar cada apetito y satisfacer cada necesidad. La sociedad de consumo en la que estamos inmersos nos incita, paradójicamente, por un lado a consumir y por el otro a desperdiciar. Sin embargo, el Señor prefiere «que no se desperdicie nada».
«Cuando se recogieron los cestos de fragmentos, la gente se acordó de sus amigos en casa. Querían que ellos participaran del pan que Cristo había bendecido. El contenido de los canastos fue distribuido entre la ávida muchedumbre y llevado por toda la región circundante. Así también los que estuvieron en el festín debían dar a otros el pan del cielo para satisfacer el hambre del alma. Habían de repetir lo que habían aprendido sobre las cosas admirables de Dios. Nada había de perderse. Ni una sola palabra concerniente a su salvación eterna había de caer inútilmente al suelo» (El Deseado de todas las gentes, cap. 39, pp. 340-341).
Esta historia nos enseña que debemos depender absolutamente de Dios. Él es la fuente de todo: de la vida, el sustento, el consuelo y la fuerza espiritual y física. Cuando logramos percibir correctamente el valor de todo lo que Dios nos ha dado y lo usamos correctamente, podemos estar seguros de escuchar estas palabras: «Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mateo 25: 23).