«Proclamen alegres a Dios, habitantes de toda la tierra! Canten salmos a su glorioso nombre; iríndanle gloriosas alabanzas!». Salmo 66: 1-2, NVI
AL ALABAR A DIOS DE TODO CORAZÓN y con sinceridad es tan necesario como orar. He mos de mostrar al mundo y a los seres celestiales que apreciamos el maravilloso amor de Dios hacia la humanidad caída, y que esperamos bendiciones cada vez mayores de su incontables bendiciones. Es necesario que hablemos de los capítulos positivos de nuestra vida cristiana mucho más de lo que hacemos. Después de un cuantioso derramamiento abundante del Espíritu Santo, al rememorar sus bondades y sus maravillosas obras en favor de sus hijos, aumentará considerablemente nuestro gozo en el Señor y nuestra capacidad de servicio. — Palabras de vida del gran Maestro, cap. 23, p. 241. Tributemos alabanza y acción de gracias por medio del canto. Cuando nos veamos tentados, en vez de dar expresión a nuestros pesares, entonemos con fe un himno de acción de gracias a Dios. El canto es un arma que siempre podemos esgrimir ir contra el desaliento. — El ministerio de curación, cap. 18, p. 168. « Alégrense siempre en el Señor», exhorta el apóstol Pablo. «Insisto: iAlégrense!» (Fil. 4: 4, NVI). No importa cual sea nuestra disposición, Dios puede moldearla hasta que llegue a ser de mansedumbre y semejante a la de Cristo. Por el ejercicio de una fe viva podemos separarnos de todo lo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios, y así poner el cielo en nuestra vida terrenal. Haciendo esto, tendremos alegría en todo momento. Cuando el enemigo procure envolvernos con tinieblas, cantemos y hablemos con fe, y encontraremos que cantando y hablando habremos pasado a la luz. — Consejos para los maestros, cap. 30, p. 222 iVivan con alegría su vida cristiana! In he dicho y lo repito: iVivan con alegría su vida cristiana!». Filipenses 4: 4, TLA