<<Para que vuestra fe no está fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios>> 1 Corintios 2: 5
NUESTRA MISIÓN no cosiste únicamente en presentar delante de los hombres a Dios como una idea de alguna filosofía, o como el gran arquitecto o el gran maestro de cualquier código de ética o de moral; nuestra misión es presentar al <<Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo>>, a Aquel que estaba <<en Cristo reconciliando consigo al mundo>>. (2 Cor 1:3; 5: 19).
Si nos deteneos a meditar un poco, veremos que si limitamos el evangelio a opiniones humanas y tratamos de explicar filosóficamente el porque de la rebeldía y la tragedia del hombre, caeremos en un desconcertante relativista intelectual Porque la verdad, desligada de Dios como experiencia íntima y persona, siempre es un engaño, una ilusión y una falsedad. ¿Qué es la verdad? Dios es la verdad? Dios es la verdad, y fuera de él nada existe que sea real y concreto.
Por eso la fe, como siempre asentimiento intelectual, como simple <<entender las cosas>> como simple satisfacción de la razón, es una fe incompleta. Puede ser útil en la experiencia como punto inicial de compañerismo con Dios, pero tiene que ir de lo conocido a lo desconocido, de lo que comprende y afecta intelectualmente a lo que no entiende, pero que acepta porque confía en la persona que inspira esa confianza: Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fé.
¿Estás aceptando a Jesús? No intentes entenderlo todo, no pierdas tiempo en puntos y comas, no desperdicies energía queriendo comprender <<por que Dios creó al ser humano si en su presencia sabía que el hombre pecaría>>; no crees barreras pensando que Dios es injusto porque nacen niños deformados y existe hambre en la Tierra.
De repente, las múltiples preguntas que tienes en tu mente y que crean confusión no son otra cosa sino el grito del corazón clamando por seguridad, paz y perdón. ¿Pensaste ya en la posibilidad de que tu gran problema no sea entender, sino ser entendido; no sea aceptar, sino ser aceptado por Jesús?
A lo largo de mi ministerio conocí a personas intelectuales que hacían preguntas y más preguntas. Mientras trataban de satisfacer sus inquietudes intelectuales, las preguntas parecían no cesar. Un día, descubrí que debía llevar esas personas a apoyar su fe no <<en sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios>>, y las preguntas terminaron y las personas encontraron y aceptaron a Jesús.
No puedo olvidar el caso de ese europeo que acompaña a su esposa a una de las grandes campañas de evangelización. Estuvo allí, atento, en medio de miles de personas. Al volver a casa dijo a su esposa: <<No vuelvo más. Ese hombre no sabe nada, es muy superficial; solo habla de Jesús>>. Pero a la noche siguiente volvió, y volvió también en la otra, y finalmente lo conocí en San Leopoldo, en 1992, ya bautizado y en la iglesia.
Él entendió que lo que estaba necesitando no era la maravillosa exposición teológica de una doctrina. Descubrió a Jesús y hoy es feliz.