«Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira,a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia». 2 Tesalonicenses 2: 11-12
LOS QUE NO QUIEREN ACEPTAR las claras y contundentes verdades de la Biblia andan siempre tras fábulas complacientes que les tranquilicen la conciencia. Así que cuanto menos apelen a espiritualidad, a la abnegación y a la humildad las doctrinas presentadas, mayor es la aceptación de que gozan esas patrañas. Esas personas degradan sus facultades intelectuales para servir sus deseos carnales. Demasiado sabias en su propia opinión para escudriñar las Santas Escrituras con humildad y pidiendo fervientemente a Dios que las guíe, se quedan sin protección contra el error. Satanás está listo para satisfacer los deseos de sus corazones con sofismas en lugar de la verdad. Fue así como el pasado consiguió dominar las mentes; y al rechazar la verdad porque entraña una cruz, los protestantes siguen el mismo camino. Todos aquellos que descuiden la Palabra de Dios para satisfacer su comodidad y sus conveniencias, a fin de no estar en desacuerdo con el mundo, serán abandonados a su propia suerte y aceptarán herejías condenables que considerarán como verdad religiosa. Los que rechacen voluntariamente la verdad concluirán por aceptar todos los errores imaginables; y mientras rechazan horrorizados cierto engaños aceptan con complacen- cia otros. El apóstol Pablo, hablando quienes «no recibieron el amor de la verdad para ser salvos», declara: «Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2 Tes. 2: 10-12). Ante semejante advertencia nos incumbe ponernos en guardia con respecto a las doctrinas que recibimos. — Testimonio para la iglesia, t. 8, p. 305.