Si uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran», pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve?, Santiago 2: 16,
Hace muchos años una extraña criatura salió de las aguas al sur de Florida y espantó a unos pescadores. No pudieron imaginar qué tipo de animal o criatura era, porque tenía a su cría sujeta a su pecho. Tenía solamente una aleta en cada costado, y su cuerpo culminaba en una sola cola plana, sin patas ni aletas fraseras. Lo que vieron esos hombres fue un manatí, mamífero acuático que vive en las cálidas aguas desde Florida, Estados Unidos, hasta Sudamérica. Los pescadores dijeron que parecía una sirena, y mucha gente le ha dado ese sobrenombre.
Los manatís no son agresivos. Por el contrario, son gentiles y son fáciles de amaestrar, aunque en estado salvaje no les gusta acercarse
a los humanos. Tienen una cara larga que se parece un poco a la de un perro grande. Tienen grandes mejillas con bigotes. Comen flores, parras y otras plantas acuáticas que crecen profusamente y pueden obstruir los canales en Florida. El manatí es un limpiador natural.
En el día los manaffs pueden parecer flojos, pues flotan en el agua con la cabeza y la cola sumergidas y solamente se ve una parte de su lomo. Comen principalmente de noche. La hembra da a luz a su bebé en el agua, luego lo lleva a la superficie durante 45 minutos, tras los cuales lo sumerge en el agua un poco a la vez, hasta que se aeostumbra. Posteriormente, el bebé aprenderá a comer y dormir la siesta como su madre, con su cabeza y cola en el agua, y buscar cos mida de noche. Los manatís adultos llegan a medir tres metroS de largo y pesar 550 kilos.
Como los manatís que necesitaffhgua templada para conservar el calor, nosotros necesitamos tener una relación con Jesús para conservar nuestro calor espiritual. Jesús anhela que tengamos esa relación con él y que compartamos esta experiencia con los demás. Pide a Dios que te ayude a sentir el calor de su amor hoy.