«Porque el Señor me da fuerzas; da a mis Piernas la ligereza del ciervo y me lleva a alturas donde estaré a salvo». Habacuc 3: 19
AYER EMPECÉ A CONTARTE Ml EXPERIENCIA de cuando mi esposa y yo intentamos vender nuestro automóvil. El jueves de mi última semana en ese lugar nos encontramos con la primera persona que tenía interés en el carro, y todo parecía muy prometedor. La señora me preguntó si podía llevar el vehículo a su lugar de trabajo al mediodía para que un amigo suyo pudiera inspeccionarlo, para así determinar si debía comprarlo o no.
Teniendo tan solo dos horas por delante, buscamos un lugar privado donde pudiésemos orar y dar gracias a Dios por lo que estaba haciendo. Condujimos hasta un solitario camino allí y aparcamos el vehículo. Dándonos cuenta de que esta sería probablemente nuestra única esperanza, oramos fervientemente por la venta y le dimos gracias a Dios por adelantado. Sin embargo, ocurrió lo que menos esperábamos. Al concluir la oración, y estar listos para continuar nuestro camino, el vehículo no quiso arrancar. Sentí que todo se hundía y no importaba cuánto orásemos, el coche no arrancaba.
Finalmente, el coche arrancó y nos pusimos en marcha, preocupados y desesperados como estábamos, dándonos cuenta de que el tiempo se agotaba. Encontramos un mecánico y él identificó rápidamente el problema: la batería. Las celdas estaban prácticamente secas; la solución era simple: rellenar y cargar la batería. Funcionó perfectamente, y justo a tiempo, arrancamos el coche y nos dirigimos a la cita, donde la posible compradora y su jefe, que iba a inspeccionar el vehículo, nos esperaban.
Sorprendentemente, la inspección resultó bastante simple. Abrió el capó y comprobó solo una cosa. Se dirigió a la terminal de la batería, la abrió y la observó. Luego se dio la vuelta y le dijo a la compradora interesada, «Conduce el vehículo, si te gusta, cómpralo». ¿Puedes imaginártelo? ¡Vendido! No obstante, no podía ocultar mi curiosidad. « ¿Por qué solo comprobar la batería?», le pregunté al caballero. Él dijo: «Porque una batería en buen estado demuestra que un vehículo ha recibido un buen mantenimiento».
Nuestro Dios tiene un excelente sentido del humor. A pesar de que a veces atravesamos algunas experiencias difíciles, todavía podemos seguir confiando y dependiendo de él.
Al Richard Powell
Director de Ministerios Juveniles de la División Interamericana
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Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2018 “365 vivencias de jóvenes como tu