«Para los hombres es imposible […] mas para Dios todo es posible» (Mat 19:26),
Médicos y enfermeras corrían frenéticamente entrando y saliendo de la sala de operaciones, tratando de salvar ia vida de mi madre y la mía el día de mi nacimiento. Para mi padre, la agonía de perder a una esposa amada o a su primogénita era insufrible.
—¿A quién quiere que salvemos: a su esposa o a su hija? —preguntaron dolorosamente a mi padre.
Con labios temblorosos y seguridad divina en su corazón, él respondió:
—Por favor, traten de salvarlas a ambas.
Las oraciones no cesaron, mientras sacaban mi diminuta cabeza usando fórceps. A las visitas les resultaba difícil ignorar las profundas marcas que habían dejado las pinzas en mi frente. Sin embargo, todos aseguraron a mis padres que unos masajes diarios ayudarían a disminuir las marcas; lo cual fue cierto.
Los médicos advirtieron a mis padres que yo tendría problemas para entender conceptos matemáticos. Esto, naturalmente, hizo que fueran sobreprotectores conmigo. Como resultado, no asistí activamente a la escuela. Mi padre era el pastor y mi madre, la directora de la escuela; así que todos los maestros tenían advertencias estrictas de permitirme visitar cualquier clase en cualquier momento. Hoy, cuando miro fotografías antiguas, generalmente me río con vergüenza al ver fotos en las que estoy sosteniendo trofeos de eventos en los que ni siquiera había participado. Aunque nadie sentía que era justo, nadie decía nada.
Pero un día, mis padres notaron que estaba usando mi «dificultad de aprendizaje» para mi propia ventaja. Se dieron cuenta de que la niña dulce e «inocente», que supuestamente no era buena en Matemáticas, en realidad era extremadamente calculadora, inteligente… y manipuladora. Las cosas comenzaron a cambiar.
—¿Cuánto sacaste en el examen de Matemáticas? —preguntó papá.
—A todos nos fue mal.
—¿Algún alumno sacó más de un 9?
Cuando admití que sí, él dijo:
—Entonces, tú también puedes hacerlo.
Hoy tengo dos maestrías y un doctorado. Esas tres simples palabras «Tú puedes hacerlo» han sido la clave de mi éxito. Hoy, mi objetivo es motivar a los niños a creer en sí mismos; a los padres, a que no excusen a sus hijos; y a los educadores, a que sean esa luz que guía a todos.
Que nadie te diga «Es imposible». Con Dios, «todo es posible».