<<Entonces Samuel dijo: “¿Acaso se complace Jehovà tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras de Jehová? Mejor es obedecer que sacrificar; prestar atención mejor es que la grasa de los carneros”>>. 1 Samuel 15: 22
LA HISTORIA DE LA DESOBENDIENCIA de Saúl debe ser analizada co mucho cuidado. Dios requería sacrificio de su pueblo. Y más: requería lo mejor. Sal se había quedado con lo mejor del ganado del enemigo. ¿Cuál era entonces su delito? ¿Qué había dentro de ese acto?
Era cierto que se requerían animales para el sacrificio y que este se realizaba después de la victoria. Pero una cosa no era verdad: que se escogiera un método diferente del indicador por Dios para realizar el sacrificio. En este caso particular, Dios había ordenado que todo lo que fuera del enemigo debía ser destruido, y Saúl pensó que lo que realmente valga era ofrecer sacrificio.
Hoy, Dios no requiere más sacrificios de ovejas de su pueblo, ciertamente porque <<el Cordero de Dios>> ya fue sacrificado en la cruz del Calvario. Lo que espera es que presentemos nuestro cuerpo en sacrificio santo y agradable al Señor. Lo que espera es obediencia.
El gran peligro que hoy corre el pueblo de Dios es el de confundir las cosas, como las confundir Saúl.
Lo importante no es solamente obedecer, sino también seguir el plan que Dios tiene para llevarnos a la obediencia.
La obediencia por sì misma no soluciona los problemas. El joven rico obedecía. Nicodemo obedecía. Pero nunca había experimentado en su vida el milagro de conversión.
Hay dos maneras de obedecer: usar únicamente nuestro propio esfuerzo, únicamente nuestra fuerza de voluntad, únicamente nuestro dominio propio, o usar todo eso junto con la comunión diaria con Cristo, que hará que el Espíritu Santo santifique nuestra voluntad pecaminosa y nos lleve a la obediencia auténtica.
¿Cómo saber cuál es el tipo de obediencia que estamos presentando a Dios? En verdad, nadie lo puede saber. Solo Dios y la persona involucrada, porque solamente ambos conocen si se vive una vida de comunión con Dios.
Los que nos ven, verán apenas la obediencia que solo puede ser fruto del formalismo o de la fuerza de voluntad. Pero para Dios todo eso es como <<trapos de inmundicia>>. Solo èl puede darnos la obediencia auténtica. ¿Podemos salir esta mañana a las actividades diarias confiando en el brazo fuerte del Señor y permitiendo que vivía en nosotros a través de su Santo Espíritu, transformando nuestra propia voluntad pecaminosa en una poderosa voluntad santificada?