«Dios mismo les dirá a sus ángeles que nos cuiden por todas partes. Los ángeles nos llevarán en brazos para que no tropecemos con nada». 91: 11-12, TLA
DIOS ENVÍA A SU ANGEL para que salve del peligro a todos los que lo honran» (Sal. 34: 7, TIA). El Señor manda a sus ángeles para salvar a sus escogidos de la calamidad, para protegerlos y que «ni en las sombras de la noche, ni a plena luz del día» les sobrevenga «desgracia alguna» (Sal. 91: 6, TLA). Repetidas veces los ángeles han hablado con diferentes personas como alguien habla con la demás gente, y las han guiado a lugares seguros. Una y otra vez las palabras de aliento de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los fieles, elevando sus pensamientos por encima de lo que sucede en la tierra, y los han guiado a contemplar por la fe las vestiduras blancas, las coronas y las palmas de victoria que los vencedores recibirán cuando rodeen el gran trono blanco. — Los hechos de los apóstoles, cap. 15, p. 116. ‘[Ojalá que todos pudiéramos darnos cuenta de lo cerca que está el cielo de la tierra! Aun cuando los nacidos en este mundo no se percaten de ello, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre cada uno de nosotros, tratando de atraernos a Cristo. Mientras haya esperanza para alguien, es decir, mientras no se haya resistido con contumacia al Espíritu Santo para eterna ruina suya, recibirá la protección de los seres celestiales. — Testimonios para la iglesia, t.6, p. 367.