El mar le pertenece, pues él lo formó; ¡con sus propias manos formó la tierra seca!, Salmo 95: 5.
El miras un mapa del mundo, notarás que casi 70% de la superficie está cubierta de agua. Aunque todos están conectados, los cuerpos de agua tienen nombres diferentes. El océano Pacífico es el más grande, y le sigue el Atlántico. Los demás son los océanos Índico, Ártico y Antártico. El Pacífico abarca 15,000 kilómetros aproximadamente, un tercio de la superficie terrestre.
El abismo Challenger, en las islas Marianas próximas a Guam, es el sitio más profundo de todos los océanos. Su fondo está a 10,898 metros bajo la superficie. Si pudiéramos sumergir el Everest (la montaña más alta del planeta con 8,848 metros) en el abismo Challenger, más de 2 kilómetros de agua cubrirían su cima.
El océano nunca está quieto. Siempre se mueve, debido al viento y los terremotos y la atracción gravitatoria del sol y la luna. La atracción de la luna es tan fuerte, que causa las mareas, y por eso están los rompeolas cerca de la orilla en una playa.
Muchas de las islas del océano, no son más que cimas de montañas que sobresalen del agua. Alrededor de la mayoría de los continentes se encuentra una formación como meseta llamada plataforma continental. Hace pendiente gradual desde la costa, hasta que llega a 200 metros bajo el agua. Ahí termina la plataforma abruptamente y el fondo se hunde a lo que se llama abismo.
Deberíamos agradecer porque hay un Dios que creó esta tierra y todo lo que hay en ella. Aunque el pecado ha cambiado muchas cosas, Dios todavía está al mando y eso debería fortalecer nuestra fe. ¡Dios lo dijo, yo lo creo, y eso basta!
En tus pensamientos de hoy, agradece a Dios porque está al mando.