«Cuando los hermanos supieron de nosotros, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y recuperó el ánimo». Hechos 28: 15, RVC
CON CORAZÓN APESADUMBRADO, el apóstol avanzaba para llevar a cabo su largamente anhelada visita a la metrópoli del mundo. iQué diferentes todo lo que había imaginado! ¿Cómo podría él, encadenado y estigmatizado, proclamar el evangelio? Por fin, los viajeros llegan a la localidad de Apio, a unos setenta kilómetros de Roma. Mientras se abren paso entre las multitudes que circulan por la gran vía romana, el canoso anciano, encadenado con un grupo de reos considerados criminales irreductibles, es objeto de miradas escarnecedoras y blanco de groseras burlas insultantes. De repente, se oye un grito de júbilo, y alguien que sale de entre la multitud se lanza al cuello del preso y lo abraza con lágrimas de júbilo como un hijo que da la bienvenida a su padre durante largo tiempo ausente. Una y otra vez se repite la escena […l. Mientras sus queridos discípulos rodean a su padre espiritual, todo el grupo se detiene. Los soldados se impacientan por la demora, pero no se atreven a interrumpir esos entrañables encuentros, porque ellos también han aprendido a respetar y estimar a su prisionero. […] Pocos comprenden el significado de estas palabras de Lucas, referentes al encuentro de Pablo con los hermanos: «Dio gracias a Dios y cobró aliento» (Hech. 28: 15). En medio de la emotiva y solidaria compañía de creyentes, que no se avergonzaba de sus cadenas, el apóstol alabó a Dios en voz alta. Se disipó la nube de tristeza que había pesado sobre su espíritu. Con paso más firme y corazón gozoso continuó su camino. — Los hechos de los apóstoles, cap. 43, pp. 334-335. «In causa del mensaje evangélico ha sido favorecida con esta situación mía. No solo la guardia imperial en pleno, sino todos los demás han visto claramente que Cristo es la única razón de mi encarcelamiento. Es más, mi prisión ha fortalecido la confianza en el Señor de buen número de hermanos, que ahora se atreven a Proclamar lapalabra con más balentíay sin tanor». Filipenses I : 12-14, LPH