«Yen tusfiestas solemnes te alegrarás tú, y tu hijo y tu hija, y tu siemoy tu sierva, y el levita, y el extranjero, y el huérfano y la viuda que viven en tus ciudades». Deuteronomio 16: 14,RVC
EN TODAS SUS FIESTAS LOS ISRAELITAS admitían al pobre, al extranjero y al levita, el cual era a la vez asistente del sacerdote en el santuario y maestro de religión y misionero. A todos se los consideraba huéspedes del pueblo, para compartir la hospitalidad en todas las festividades sociales y religiosas y ser atendidos con cariño en casos de enfermedad o penuria. A personas como esas debemos dar buena acogida en nuestras casas. iCuánto podría hacer semejante acogida para alegrar y alentar al enfermero misione ro o al maestro, a la madre cargada de preocupación y de duro trabajo, o a las personas débiles y ancianas que viven tan a menudo sin familia, luchando con. la pobreza y el desaliento! […] El calor de la bienvenida, un asiento junto a la chimenea, y uno también a nuestra mesa, el privilegio de compartir la bendición del culto familiar, serían para muchos una vislumbre del cielo. Nuestros afectos deben derramarse más allá de nosotros mismos y del círculo familiar. Hay valiosas oportunidades para los que quieran hacer de su hogar una bendición para los demás. […] Si nos interesáramos por los jóvenes, invitándolos a nuestras casas y rodeándolos de influencias alentadoras y motivadoras, serían muchos los que de buena gana dirigirían sus pasos por el camino ascendente. — El ministerio de curación, cap. 28, pp. 241-243. «Ámazse siempre los unos a los otros, como hermanos en Cristo. No se olviden de recibir bien a la gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta, ha recibido ángeles». Hebreos 13: 1-2, TLA