« El padre del hijo bueno y sabio tiene razón para estar feliz y orgulloso; ¡haz, pues, que tu padre y tu madre se sientan felices y orgullosos!». Proverbios 23: 24-25, DHH
LOS HIJOS SERÁN en gran medida lo que sean sus padres. Grandes son el honor y la responsabilidad sobre padres y madres de ocupar el puesto de representantes de Dios ante sus hijos. El carácter, la conducta y la metodología educativa de los padres deben hacer entender correctamente las palabras divinas a sus hijos. La influencia del padre y la madre fortalecerá o disminuirá la confianza del hijo o la hija en las promesas del Señor. Dichosos los progenitores cuya vida es un reflejo fiel de la vida divina, de modo que las promesas y los mandamientos de Dios despierten en su descendencia gratitud y reverencia. Dichosos los padres cuya ternura, justicia y perseverancia interpreten fielmente para el niño el amor, la justicia y la paciencia de Dios. Dichoso el padre, dichosa la madre; que al enseñar a su hija y a su hijo a a mar a los que le dieron la vida y a confiar en sus mayores y a obedecerlos, enseñen en consecuencia a amar a su Padre celestial, a confiar en él y a obedecerlo. Los padres que transmiten a sus hijos estos principios y valores los enriquecen con un tesoro más valioso que nada el mundo, un tesoro tan duradero como la eternidad. — El ministerio de curación, cap. 31, pp. 257 , 260, adaptado. «Tú, sigue firme en todo aquello que aprendiste, de lo cual estás convencido. Ya sabes quiénes te lo enseñaron. Recuerda que desde niño conoces las Sagradas Escrituras, que pueden instruirte y llevarte a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús». 2 Timoteo 3: 14 – 15, DHHí/ refle.#.íó-vv personal/