Así que tengan valor, porque yo tengo fe en Dios y sé que todo pasará tal como me lo dijo el ángel». Hechos 27: 25, PDT
AY QUIENES VIVEN siempre angustiados haciendo suyos problemas ajenos. […] Tienen siempre fijo el pensamiento en algo desagradable cuya llegada temen; o puede ser que existan realmente algunas dificultades que, aunque pequeñas, ciegan sus ojos a las múltiples bendiciones que merecen todo el agradecimiento. En vez de que las dificultades con que tropiezan los conduzcan a Dios, única fuente de todo bien, a esas personas las alejan de él, pues se llenan de inquietud y lamentos. ¿Hacemos bien en ser tan negativos? ¿De qué nos vale nuestra ingratitud y nuestra desconfianza? Jesús es nuestro amigo, y todo el cielo está interesado en nuestro bienestar. No podemos permitir que las preocupaciones y las tensiones cotidianas aflijan nuestro espíritu y nublen nuestro semblante. Si lo permitimos, siempre habrá algo que nos incomode y angustie. No demos cabida a las preocupaciones, que solo nos inquietan y agotan, pero no nos ayudan a superar las dificultades. Podemos sentirnos preocupados por la marcha de nuestros asuntos; nuestra situación puede ser cada día más sombría, y es posible que vivamos bajo la amenaza de sufrir contratiempos; pero no hemos de desanimarnos. Confiemos nuestras cargas a Dios y sigamos adelante alegres y esperanzados. Pidamos sabiduría para manejar nuestros asuntos con prudencia, a fin de evitar retrocesos y quebrantos. Hagamos todo lo que esté de nuestra parte para que todo se resuelva positivamente. El Señor Jesús nos metió su apoyo, pero sin eximirnos de hacer lo que está en nuestra mano. Si confiando en nuestro Ayudador, hemos hecho todo lo que podríamos, aceptamos gozosamente los resultados. -El camino a Cristo, cap 13, pp. 181 – 182.