«Se levantó. y comió y bebió; después se volvió a acostar» (1 Reyes 19: 6).
Aveces, la depresión y el desánimo llegan cuando menos te lo esperas. Todo va de maravilla y, de repente, te sientes deprimido, y eso es lo que le sucedió a Elias. Después de una grandiosa victoria en el momento de la verdad contra los falsos profetas, lo lógico es que estuviera emocionado e ilusionado; sin embargo, sucedió justo lo contrario. Cuando Jezabel descubrió que Elias había matado a sus seguidores, se puso furiosa y lo dejó aterrorizado. Aunque el profeta había sido testigo de los milagros que Dios había hecho, como lanzar fuego desde el cielo, se sintió asustado y nervioso. Tenía tanto miedo que huyó rápidamente de la ciudad y se fue corriendo hacia la nada: «Elias se dio cuenta de que corría peligro, y para salvar su vida se fue» (I Reyes 19: 3).
El profeta estaba tan deprimido que deseó morir. «Luego él se fue hacia el desierto, y caminó durante un día, hasta que finalmente se sentó bajo una retama. Era tal su deseo de morirse, que dijo; “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!”» (v. 4). El Señor podría haber descendido en ese mismo momento para dar a Elias palabras de ánimo. Podría haberle recordado los grandes acontecimientos de los cuales el profeta había sido testigo o podría haber enviado a un ángel que le diera una palmadita en la espalda y le dijera: «Venga, continúa, ¡no te rindas ahora!».
Pero en vez de eso, Dios dejó que Elias se durmiera y, cuando aquel hombre deprimido hubo descansado, un ángel lo despertó para que comiera y bebiera algo de agua. Elias comió, y después descansó un poco más. De nuevo el ángel lo despertó y le dijo que debía comer algo, y después de otra comida y mucho descanso, Elias se sintió con mucha fuerza. Fue solo entonces cuando Dios comenzó a guiarlo hacia la siguiente fase de su viaje.
Cuando te sientas derrotado o deprimido, empieza por las cosas sencillas, tal como el Señor hizo con Elias. ¿Has descansado lo necesario? ¿Has comido bien? El cansancio y el hambre empeoran la situación, de manera que asegúrate de que tienes esas necesidades cubiertas. Una buena noche de descanso y un plato de comida caliente te proporcionarán la energía que necesitas para ponerte en pie y afrontar un nuevo día. Estas sencillas estrategias pueden ayudarte a sentirte más fuerte, más relajado y listo para dominar esas olas rompedoras del desámino.
Ponlo en práctica: Cuando te sientas desanimado, toma fuerzas acostándote pronto y no te saltes ninguna comida.
Ponlo en oración: Vuelca tus preocupaciones y tus miedos en la oración y da gracias al Señor por cuidar de ti.