«Mire usted el borde de su manto que tengo en la mano. Yo corté este pedazo, pero a usted no lo maté. Reconozca que yo no intento hacerle mal ni traicionarlo. Usted, sin embargo, me persigue para quitarme la vida, aunque yo no le he hecho ningún agravio». 1 Samuel 24: 11, INVI
DAVID, ungido por Samuel para ser rey de Israel, fue perseguido durante mucho tiempo por Saúl, quien quería matarlo. David tuvo la oportunidad de matar a Saúl y liberarse, sin embargo, había asegurado que nunca dañaría al ungido del Señor. David estaba con sus 600 hombres en En-gadi escondido en una cueva. Cuando Saúl llegó con 3,000 soldados, sin saber que David estaba allí, entró en la cueva para hacer sus necesidades y, cuando salió, David le gritó: señor, el rey! [. ¿Por qué escuchas las palabras de los que dicen: «Mira que David procura tu mal»? […] Mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto y no te maté. Reconoce, pues, que no hay mal ni traición en mis manos, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela» (vers. 8-11). Saúl respondió: «Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal» (vers. 17).
Salomón dijo: «En el camino de la justicia está la vida; en sus sendas no hay muerte», y agregó: «La integridad guía a los rectos, pero a los pecadores los destruye su propia perversidad» (Proverbios 12: 28; 11: 3).
David le perdonó la vida a Saúl, mostrando bondad, piedad, sinceridad de corazón y respeto por el ungido de Dios. Esa actitud sincera, sin ambiciones, con auténtico amor cristiano y, sobre todo, sin desear hacer el mal a nadie y siendo tan justo como fuera posible, le permitió dirigir al pueblo de Dios con grandes bendiciones. David no tuvo que mancharse las manos destruyendo a su enemigo, pues la justicia lo alcanzó al morir en una batalla contra los filisteos.
A pesar de la persecución, el odio y el deseo de destruirlo, David no guardó rencor ni odio en su corazón. Prometió a Saúl que protegería a su familia cuando fuera rey. Un corazón vaciado de odio y rencor, vivirá en paz con Dios y con sus semejantes.