«Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, les preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?»» Mateo 16: 13, MV
LA MAÑANA del martes de la semana de la pasión, Jesús regresó de Betania a Jerusalén y entró en el templo, donde los principales sacerdotes, los fariseos y los ancianos del pueblo lo hostigaron con muchas preguntas acerca de su autoridad. También trataron de tenderle una trampa, preguntándole si era correcto pagar tributos al emperador romano y planteándole cuestiones acerca de cuál era el gran mandamiento de la ley.
Jesús les contestó con otra pregunta de profundo significado: «¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo?» (Mateo 22: 42). Los fariseos respondieron sin discernimiento espiritual, afirmando que era hijo de David.
Cuando estamos alejados de Dios y el Señor no habita en nuestro corazón, no lo conocemos. Pero cuando la luz del evangelio brilla en nuestro interior, Cristo pasa a ser todo para nosotros. Es un Dios admirable, consejero, fuerte, nuestro Padre eterno, Príncipe de pao o como dijo Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16: 16).
Pablo también lo experimentó y llegó a la siguiente conclusión: «Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él» (Filipenses 3: 8, DHH). Jesús fue el único que estuvo dispuesto a dar su vida en rescate por muchos.
Amado Nervo dijo en una ocasión: «Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo». íY con cada fe muerta, se agiganta mi fe!». Y también Robert G. Ingersol declaró que Cristo fue el único hombre perfecto. Afirmó que sus enseñanzas habían sido más elevadas que las de Sócrates, Platón, Mahoma, Buda o Confucio, y agregó que los grandes imperios fundados por la fuerza, como los de Alejandro Magno o Gengis Kan, se han desvanecido, pero el imperio del amor fundado por el humilde carpintero de Nazaret crece diariamente y muchas personas estarían dispuestas a morir por él.
Aceptemos a Cristo como nuestro único Salvador y pidámoselo hoy que more en nuestro corazón.