«No te fijes en mi maldad ni tomes en cuenta mis pecados». Salmo 51: 9, TLA
EL PECADO deja todo tipo de cicatrices, en el cuerpo, en la mente, en los sentimientos. El alcohol, el tabaco y las drogas dejan marcas terribles, así como el abuso sexual. Sin embargo, Dios es capaz de quitar toda mancha y todo rastro que deja el pecado. No importa cuánto tiempo hayamos estado perdidos en el mal camino; si clamamos a Dios en busca de auxilio, él nos escuchará. Él oye cada súplica sincera y cada petición que anhela hallar gracia ante sus ojos.
Un famoso artista pintó un cuadro representando la inocencia. El niño que le sirvió de modelo se llamaba Rupert, y lo pintó orando de rodillas al lado de su madre. Las palmas de sus manos estaban juntas en posición de oración y sus mejillas rosadas atestiguaban su salud perfecta. El niño elevaba sus ojos azules con expresión de devoción y paz, y el pintor quedó tan satisfecho con el cuadro, que lo colgó en su estudio.
Pasaron los años y el artista, ya anciano, quiso pintar otro cuadro que expresara el crimen. Así que visitó algunas cárceles y, en un calabozo sucio, encontró a un criminal al que llamaban «Randall». Estaba atado con cadenas, su cuerpo estaba gastado, sus mejillas caídas y sus ojos hundidos reflejaban angustia y vicio. El pintor pidió permiso al jefe de la cárcel para llevarlo a su estudio y utilizarlo de modelo.
Cuando le concedieron el permiso, un guardia condujo al preso hasta el estudio del artista, y al llegar allí, Randall vio el cuadro que reflejaba la inocencia. Miró el rostro de aquella mujer que estrechaba con sus manos al tierno niño y, de pronto, rompió a llorar. El pintor se detuvo por un momento y le preguntó la razón de su desconsuelo. El prisionero, señalando a la mujer, dijo: mi madre! Yo soy ese niño inocente que usted pintó hace años. El pecado y el vicio me han destruido. El pecado ha arruinado mi vida, y por eso ahora reflejo crimen y miseria».
Si el pecado ha dejado cicatrices en nuestras vidas, pidamos a Dios que las borre, pues solo él puede. Oremos para tener una vida nueva en Jesús.