«Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia» (Prov. 3:5).
Visité a mi hermana, Lorinne, en Beaverton, Oregón, la segunda semana de abril. La primavera había llegado y Oregón estaba cubierto de verde. Mi esposo y yo nos enamoramos del lugar. Estábamos viajando a California en auto, bajando por las montañas y volviendo por la costa. La ruta por las montañas fue maravillosa; los picos todavía estaban cubiertos de nieve. Pero la ruta de la costa fue tan asombrosa que no tengo palabras para describirla.
Lorinne nos llevó hasta Loma Linda, donde mi esposo tenía unas reuniones. Nosotras iríamos de paseo. Dejamos San Bernardino y manejamos hacia el Valle de la Muerte. Este lugar es conocido como el más profundo, seco y caluroso de todo Estados Unidos.
Prácticamente no había nadie en aquella carretera y, si teníamos un problema con el auto, no sabía cuánto tardaríamos en conseguir ayuda. Para ser sincera, me sentía un poco ansiosa porque aquel lugar era nuevo para mí, y los dos lados de la carretera se veían vacíos y desolados. Además, éramos las únicas personas en kilómetros a la redonda.
Me tranquilicé, pensando en que Lorinne ya había estado en el lugar y co nocía el camino. Ella también había planificado el viaje y se había preparado, así que sabía cuánto tiempo tardaríamos en llegar y cuánto tiempo podíamos pasar en la zona. Además, su vehículo deportivo estaba en excelentes condiciones. Realmente no tenía por qué preocuparme. Pero parte del Salmo 23 pasaba vez tras vez por mi mente durante todo el trayecto. Y no era la parte que dice: «No temo peligro alguno porque tú estás a mi lado», sino la parte que dice: «En el valle de sombra de muerte».
Esto es tan típico de mi actitud para con Dios. Debería, simplemente, confiar en él porque él lo sabe todo y puede ayudarme aun en las circunstancias más difíciles cuando se lo pido. Tristemente, continúo preocupándome por muchas cosas. iQué bueno es que Dios no me haga reproches por todas mis preocupaciones! En lugar de eso, me aleja de ellos con mucho amor… y a veces, con firmeza.
Nosotras llegamos a nuestro destino y disfrutamos del paisaje sin ningún incidente. Así que, ahora, mi oración es: «Señor, por favor, ayúdame a confiar en ti cada día en todo lo que hago, sin excepciones».
ROSENITA CHRISTO escribe desde la India y trabaja en la División Sudasiática de los Adventistas del Séptimo Día como editora de New Southern Asia Tidings [Nuevas Noticias de Asia Meridional] y coordinadora del Servicio Voluntario Adventista.