Aunque no podemos explicar por qué surgió el mal (ya que no hay justificación
para su existencia), la Biblia revela que comenzó en el corazón de
Lucifer en el cielo. Además de las fascinantes revelaciones que obtenemos
de los escritos de Elena de White (por ej., ver CS, cap. “El origen del mal”),
la Biblia no nos dice mucho más acerca de cómo comenzó en el cielo. No
obstante, la Palabra de Dios es más explícita en cuanto al modo en que
surgió en la Tierra. Lee Génesis 3:1 al 7. ¿Qué sucedió aquí que muestra la culpabilidad de Adán y de Eva en lo que ocurrió? ______________________________________________________________
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Lo triste de esto es que Eva sabía cuáles habían sido las palabras de Dios.
Ella las repitió: “Del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios:
No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (Gén. 3:3). Aunque la
Biblia no menciona nada en cuanto a tocar el fruto, ella sabía a ciencia cierta
que comer de él conduciría a la muerte.
Satanás, entonces, abierta y descaradamente, contradice estas palabras.
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis” (Gén. 3:4).
¿Podría haber un contraste más marcado? Aunque el planteamiento de
Satanás fue sutil al principio, una vez que captó la atención de ella y vio que
no se resistía, desafió en forma abierta el mandato del Señor. Y lo trágico
es que Eva no estaba obrando desde una posición de ignorancia. No podía
decir: “No lo sabía, no lo sabía”.
Porque ella sí lo sabía.
Sin embargo, a pesar de este conocimiento, ella actuó mal de todos
modos. Si, incluso en el entorno perfecto del Edén, el conocimiento no fue
suficiente en sí para evitar que Eva (y luego Adán, que también sabía la
verdad) pecara, no debemos engañarnos al creer que el conocimiento alcanza
para salvarnos ahora. Sí, tenemos que saber lo que nos dice la Palabra
de Dios. Pero, además de saber, necesitamos la clase de entrega en la que
también obedecemos lo que nos dice.
Dios dijo una cosa, Satanás dijo otra. A pesar del conocimiento que Adán y Eva tenían, eligieron escuchar a Satanás. Piensa en cuán poco ha cambiado esto a través de los milenios. ¿De qué modo podemos evitar cometer el mismo tipo de error?