«En ese momento el Señor, hizo que el asna hablara» (Números 22:28).
Hacia el final de su travesía de cuarenta años por el desierto, los israelitas finalmente estaban aprendiendo a confiar en Dios. Su fe y obediencia habían aumentado y todo comenzaba a mejorar para ellos. Sin embargo, aún tenían muchos problemas, incluyendo reyes y otras circunstancias que trataban de mantenerlos fuera de sus tierras. Pero cada vez que alguien luchaba contra ellos, los israelitas ganaban. Batalla tras batalla, se fueron convirtiendo en poderosos conquistadores.
Cuando el rey Balac y su pueblo, los moabitas, supieron esto, tuvieron mucho miedo. Temían lo que les harían los israelitas, por eso decían: «El pueblo de Israel va a acabar con nuestra tierra» (ver Números 22: 4).
Balac necesitaba un plan y rápido. Su brillante idea fue pedirle a Balaam, un hechicero, que maldijera a los israelitas. Lo sé, eso era como meter agujas en un muñeco vudú de Moisés y esperar que eso detuviera a los israelitas. Como era de esperarse, Dios le dijo a Balaam que no los maldijera. Pero Balac no aceptaba un no como respuesta, así que no dejó en paz a Balaam hasta que este accedió a ir a Moab.
Aquí es donde la historia se vuelve un poco rara. De camino a Moab, el asna de Balaam actuó extrañamente tres veces: 1) se salió del camino y corrió hacia un campo; 2) aplastó el pie de Balaam contra una pared; y 3) finalmente se echó en medio del sendero. Balaam estaba avergonzado y enojado, y golpeó al asna cada vez que ella se detuvo. Después de la tercera paliza, la criatura le habló (sí, como si fuera un ser humano): «¿Qué te he hecho? Con esta van tres veces que me pegas» (versículo 28).
Si has estado buscando una historia increíble en la Biblia, esta es. El asna abrió la boca y habló. Entonces, Balaam comprendió que el animal se había estado comportando extrañamente porque estaba tratando de esquivar a un ángel que bloqueaba el camino. El ángel había venido a impedir que Balaam hiciera una tontería. ¿La moraleja de esta increíble historia? Si Dios te dice que no hagas algo, simplemente no lo hagas. Si tienes un plan y Dios tiene otro, sigue el plan de Dios.
Ponlo en práctica: ¿Te ha indicado Dios que no debes hacer algo, pero aun así sigues haciéndolo? Escucha su voz. Si necesitas ayuda, habla con algún adulto de confianza.
Ponlo en oración: Pídele a Dios que interrumpa tus planes si, como Balaam, estás yendo por el camino equivocado.