«Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios» (Gálatas 1 :10).
¿Qué estarías dispuesto a hacer por dos entradas para una final de tu deporte favorito? Mi amiga Erin, que es aficionada al fútbol americano, descubrió lo que sería y no sería capaz de hacer.
Hace unos años, Erin fue una de las siete afortunadas finalistas de un concurso para obtener dos boletos al acontecimiento deportivo más importante del año en los Estados Unidos. En la ronda final, ella y sus oponentes enfrentaron una serie de desafíos, durante un viaje por carretera desde la ciudad de Dallas hasta San Diego. Las siete se apretujaron en una limusina, acompañadas por un conductor llamado Doc y por un disc jockey llamado Big Al Mac. Contaban con una sola muda de ropa para cada una.
En el camino, las concursantes tuvieron que hacer cosas poco comunes. Las ganadoras avanzaban a la siguiente ciudad, y las perdedoras se marchaban a casa en autobús. Tuvieron que superar todo tipo de pruebas: construyeron toboganes con materiales por valor de veinte dólares; pasaron la noche en una pizzería; pidieron a algunos jugadores de la NFL que les concedieran entrevistas, y cosas por el estilo. En cada prueba, Erin tuvo que decidir hasta qué punto deseaba aquellas entradas. Ella decidió que era más importante mantener su integridad que ganar, por lo que jamás puso en juego sus creencias. Por ejemplo, en una prueba tenía que mentir, pero ella decidió no mentir. En otra tenía que participar en un juego de apuestas, pero ella no apostó. Además, durante todo el viaje, las demás concursantes bebían alcohol, por lo que se despertaban con resaca al día siguiente. Mientras que sus contrincantes se echaban un trago tras otro al gaznate, Erin permaneció sobria.
Mantenerse fiel a sus principios dio resultado: Erin ganó. Ella y su esposo obtuvieron dos entradas para la Super Bowl. Si alguna vez te encuentras con Erin, pídele que te cuente aquel viaje loco en limusina, con un grupo de desconocidos. Todavía se ríe de todo eso, y aún insiste en decir que ganó porque mantuvo su integridad.
Ponlo en práctica: ¡No cedas a la presión! La próxima vez que te enfrentes a una situación comprometedora, mantente firme en lo que crees.
Ponlo en oración: Pide a Dios que te conceda el valor de vivir de acuerdo con lo que crees.