LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 6:19-21; Efesios 2:8; 1 Pedro
4:10; Lucas 7:37-47; 2 Corintios 8:8-15; 2 Corintios 9:6, 7.
PARA MEMORIZAR: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Nuestro Dios es un Dios que da; esta gran verdad se ve intensamente en
el sacrificio de Jesús. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). O en este versículo: “Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Luc. 11:13).
Dios da más y más; es su carácter. Por lo tanto, los que procuramos reflejar
ese carácter también necesitamos dar. Es difícil imaginarse una contradicción
de términos más paradojal que la de “un cristiano egoísta”.
Una forma de devolver lo que hemos recibido es a través de las ofrendas.
Nuestras ofrendas nos brindan la oportunidad de expresar gratitud y amor.
El día en que Jesús les dé la bienvenida a los redimidos en el cielo, veremos a
aquellos que aceptaron su gracia y reconoceremos que esas decisiones fueron
posibles gracias a nuestras ofrendas de sacrificio.
Esta semana analizaremos aspectos importantes de las ofrendas. Dar
generosamente, ya sea de nuestros recursos, tiempo o talentos, es un medio
poderoso de vivir nuestra fe y de revelar el carácter del Dios a quien servimos.