«Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra». Hechos 6: 4
NO DE LOS MAYORES EJEMPLOS DE UNA VIDA de oración es el de nuestro Señor Jesucristo, que dedicó tiempo suficiente a la oración como un medio para mantener su relación con el Padre y hacer su voluntad. La oración era una de sus prioridades diarias. Pasaba noches enteras orando a solas con Dios. Cuando le tocó elegir a sus doce apóstoles, la oración desempeñó un papel importantísimo: «En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios» (Lucas 6: 12). Elena G. de White enfatiza este hábito de Jesús: «Ninguna vida fue tan llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús y, sin embargo, cuán a menudo se lo encontraba en oración. Cuán constante era su comunión con Dios […]. Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades y debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a los deberes y las pruebas» (Afin de conocerle, p. 261).
En su libro Pásame otro ladrillo, Charles Swindoll dice que la oración nos hace esperar, nos ayuda a dejar la situación en las manos de Dios, aclara nuestra visión y se encarga de deshacer la neblina que hay en nuestro camino. La oración tranquiliza el corazón y reemplaza la ansiedad por un espíritu de calma. La oración activa nuestra fe, nos da confianza y seguridad en Dios.
Para mantener nuestra relación con Jesús, es necesario además el estudio constante de su Palabra (Juan 5: 39). El consejo es: «Guardémonos de no descuidar la oración secreta ni el estudio de la Palabra de Dios. Estas son las armas que debemos emplear en contra de aquel que lucha por impedir nuestro progreso hacia el cielo. El primer descuido de la oración y del estudio de la Biblia hace que el segundo sea más fácil. La primera oposición a la súplica del Espíritu prepara el camino para la segunda oposición. Esa es la forma como se endurece el corazón y se cauteriza la conciencia» (Exaltad a Jesús, p. 293).
En su libro La evangelización en la iglesia primitiva, Michael Green comenta: «Todo reavivamiento espiritual empezó en grupos pequeños de oración y estudio en momentos de quietud y compañerismo» (p. 365). El estudio de la Biblia y la oración se potencian entre sí, profundizan nuestra relación con Dios y perfeccionan nuestro carácter. Dediquemos tiempo suficiente a orar y meditar en la Palabra.