«Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. «o ‘Vengan, síganme —les dijo Jesús—. y los haré pescadores de hombres: Al instante dejaron las redes g lo siguieron» (Mac. 4:18-20).
Acababan de anunciar más reducciones en las horas de trabajo, y trabajo obligatorio los sábados. Y yo tenía planes de bautizarme al día siguiente. Sabía que las fuerzas del mal estarían obrando arduamente para reclamarme. Sin embargo, me encontré pensando: Dios lo entenderá si decido trabajar los sábados. Quedarme sin trabajo significaría no tener casa; y el alquiler estaba subiendo nuevamente. ¿Y qué sería de mi hija?
Al final no firmé los papeles aceptando esas condiciones, y estaba enojada de que me pusieran en una situación imposible tras haber cumplido fielmente con mis responsabilidades durante ocho años. Negarme a un trabajo de medio tiempo equivalió a un despido, pero el estado arguyó que había renunciado al trabajo, así que no tenía derecho a los beneficios de desempleo. Debimos dejar la casa que alquilábamos, y mi hija y yo nos fuimos a vivir a la casa de mi mejor amiga, a unos cincuenta kilómetros de distancia, porque no podía alquilar un departamento si no tenía nómina. Nadie quería contratarme. Mi hija tuvo que cambiar de escuela. Mi madre extrañaba a su nieta. Mi iglesia me extrañaba porque tuve que comenzar a asistir a la iglesia más cercana a la casa de mi amiga.
Pasaron cinco meses hasta que pude conseguir los beneficios de desempleo, porque-el estado aceptó mi «renuncia» por razones religiosas. Recibí un rechazo tras otro en mi búsqueda de empleo, y eso me dolía. A pesar de todo, mi hija y yo permanecimos activas en nuestra iglesia. Como tenía tanto tiempo libre, comencé a ayudar en el aula de primer grado de mi hija.
Finalmente, encontré otro trabajo, uno que disfruto, y también me casé. Nos mudamos a un departamento para los tres. Además, la iglesia nos ayudó financieramente, y mi hija comenzó a ir a la escuela de la iglesia.
¡Dios no me ha abandonado! Nuestro futuro siempre será incierto, pero tengo la seguridad de que tendremos lo necesario, no importa lo que suceda. Pienso en la ocasión en que Jesús llamó a Pedro y a su hermano, Andrés, para ser sus discípulos. ¿Se preocuparon por sus trabajos? ¿Se preocuparon por dónde vivirían? La Biblia afirma claramente que ellos dejaron lo que estaban haciendo y lo siguieron. Si realmente tenemos fe, no hemos de preocuparnos por nada.
JENNIFER BURKES se bautizó en 2006 y es directora del Ministerio de la Mujer de su iglesia en Oregón, EE. UU. Trabaja en un Centro de Formación Profesional como secretaria.