«No se trata de lo que el hombre ve: pues el hombre se fija en las apariencias. Pero yo me fijo en el corazón». (1 Samuel 16:7).
¿Has emitido alguna vez un juicio rápido acerca de una persona o un lugar basándote solo en las apariencias? Yo lo hice hace poco durante una cita con un médico nuevo. En pocos minutos, ¡estaba lista para irme! Deja que te ponga en situación. En primer lugar, las plantas de toda la sala estaban muertas. Si no podía mantener vivas a sus plantas, ¿cómo iba a ayudarme a mantenerme viva a mí? En segundo lugar, en vez de una bata de médico, llevaba puesta una camiseta hawaiana desgastada y tenía una larga melena peinada hacia atrás con gel que dejaba al descubierto su calva, cosa que tampoco me ayudó a tomarlo en serio. En tercer lugar, el médico había dejado los restos de su comida, que seguramente eran del día anterior, en una estantería junto al esqueleto de la columna vertebral y algunos instrumentos. Ya sé que no es un restaurante, pero hay ciertas normas de higiene que deberíamos respetar, ¿no? Y, en cuarto lugar, cuando estaba sentada en la camilla, si giraba un poco la cabeza, podía ver una caja enorme en un rincón cuya etiqueta, en lo que parecía fuente de tamaño 96, decía: «Muertos». ¿Qué muertos había allí dentro? ¿Plantas? ¿Personas?
A pesar de todo, debo decir que no podemos juzgar por las apariencias. El médico resultó ser uno de los mejores profesionales que jamás he conocido. Tenía una manera de tratar a los pacientes excelente, mantenía el contacto visual y hacía bromas; era atento, optimista y riguroso. Una vez me calmé, incluso me di cuenta de que la enorme caja probablemente contenía informes de personas fallecidas, cosa que no tiene por qué asustar.
¿Alguna vez has juzgado a alguien injustamente por su apariencia de nerd, por sus aires de superioridad o por su aspecto desfasado? Seguramente, cuando la conozcas, descubrirás en esa persona cosas que de verdad te gustan. Te darás cuenta de lo buena que es en geometría o de lo divertido que es estar con ella, o de que le gusta la misma comida o los mismos programas de televisión que a ti. Una vez te centres en sus cualidades, dejarás de fijarte en si su camiseta está manchada o si no lleva el peinado de moda. Al igual que me sucedió a mí en la consulta del médico, empezarás a ver a los demás tal y como Dios los ve. «No se trata de lo que el hombre ve: pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón» ( 1 Samuel 16: 7).
Ponlo en práctica: ¿Hay alguien a quien no le hayas dado la oportunidad que merece porque lo has juzgado solo por su apariencia? Haz algo hoy por darle una segunda oportunidad.
Ponlo en oración: Pide a Dios que te ayude a ver a los demás tal y como él los ve.