Jonás contó a los marineros que él estaba huyendo del Señor. Jonás 1 :10.
Intenta huir de Dios y verás lo que sucede… Puede que experimentes algo parecido a lo que vivió Jonás y acabes siendo parte del vómito de un pez en la orilla del mar. Pero bueno, si la idea no te hace mucha gracia, háblalo con Dios; yo me limito a comentar lo que dice la Biblia. Todo comenzó cuando el Señor le pidió a Jonás que fuera a la grande y poderosa ciudad de Nínive y predicara contra ella, porque había allí mucha maldad. «Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor» (Jonás 1 : 3). Huyó en dirección contraria, literalmente, porque tomó el primer barco que encontró rumbo a Tarsis.
Durante su huida en barco, se produjo una fuerte tormenta que atemorizó incluso a los marineros más experimentados. Cuando se preguntaron unos a otros intentando averiguar quién era la causa de tal calamidad, la papeleta cayó sobre Jonás. Lo interrogaron tratando de saber qué había hecho y a qué dios servía, y él les explicó que adoraba al Dios que había creado el mar. «Jonás contó a los marineros que él estaba huyendo del Señor y ellos, al oírlo y al ver que el mar se agitaba más y más, sintieron mucho miedo y le preguntaron: “¿Por qué has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo para que el mar se calme?”» (Jonás 1 : 10).
Según parece, las consecuencias de huir de Dios eran algo más graves de lo que Jonás se imaginó en un principio. Con la intención de salvar sus vidas, los marineros arrojaron a Jonás al agua y el mar se calmó.
Aunque el profeta huía de él, el Señor fue misericordioso con Jonás y, en lugar de dejar que muriera ahogado, «el Señor había dispuesto un enorme pez para que se tragara a Jonás» (Jonás 1: 17). El predicador fugitivo permaneció durante tres días y tres noches en el apestoso y caliente sistema digestivo de un pez, donde reflexionó acerca de lo que había hecho.
Finalmente hizo las paces con Dios y «entonces el Señor dispuso que el pez vomitara a Jonás en tierra firme» (Jonás 2: 10). Jonás aprendió de una forma asquerosa y dura que huir de Dios nunca vale la pena. Si sigues el camino hacia el cual Dios te dirige, serás más feliz y, al mismo tiempo, reducirás considerablemente las posibilidades de acabar siendo vomitado por un pez.
Ponlo en práctica: Cuando Dios te pida que hagas algo, no huyas de tus responsabilidades. Confía en que él lo guía todo y ten valor. Ponlo en oración: Pide al Señor que te dirija para que puedas ir exactamente donde él quiere que vayas.