«Sentiré una profunda alegría al oírte hablar como es debido». Proverbios 23: 16, DHH
Dios nos ha dado el don del habla para que podamos contar a otros cómo él nos trata, para que su amor y compasión puedan conmover a otros corazones, y que de otras almas puedan elevarse también alabanzas a Aquel que nos «ha llamado de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2: 9, RVA).— Consejos para los maestros, cap. 31, p. 231.
Se ha abusado tremendamente del don del habla y ha sido desviado ampliamente del propósito al cual estaba destinado; así que despiértense los que se llaman hijos del Rey celestial, asuman su responsabilidad y saquen el mejor partido de este talento. — Ibíd., p. 233.
Es una ley de la naturaleza que lo que pensamos y lo que sentimos se reafirma y se refuerza al ser expresado verbalmente. Aunque las palabras expresan nuestras ideas, ellas se retroalimentan de nuestras propias palabras. Si diéramos más expresión a nuestra fe, si nos alegráramos más de las bendiciones que sabemos que tenemos: la gran misericordia y el gran amor de Dios, tendríamos más fe y más alegría. Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir, la bendición resultante de la debida apreciación de la bondad y el amor de Dios. Aun en la tierra puede ser nuestro gozo como una fuente inagotable, alimentada por las corrientes que manan del trono de Dios.— El ministerio de curación, cap. 18, p. 167, adaptado.
«1-zs aseguro que en el día deljuicio final todos tendrán que explicar por qué hablaron para hacerles daño a los demás». Mateo 1 2: 36, TLA