«El es el salvador y el libertador: el que hace señales maravillosas en el cielo y en la tierra. El ha salvado a Daniel de las garras de los leones». (Daniel 6:27).
Si crees que sería malo que te mordiera un perro violento, ¿qué pensarías si en vez de un perro fuera un león? Ve un paso más allá e imagina que te lanzan a un foso lleno de leones feroces y hambrientos. Llegados a ese punto, que un león simplemente te mordiera sería una buena noticia; el final más fatídico sería que te despedazara.
La historia de Daniel en el foso de los leones suena a fábula, pero es una historia real. Los enemigos del profeta engañaron al rey Darío para que emitiera un decreto por el cual quedaba prohibido que se orara a ningún dios o persona que no fuera el rey durante treinta días: quien lo hiciera, acabaría en el foso de los leones. Todo guerrero de la oración renegado se enfrentaría a una sangrienta y dolorosa muerte.
Sin embargo, el inquietante decreto no detuvo a Daniel. Él continuó su larga tradición de orar a Dios tres veces al día frente a la ventana. Cuando sus enemigos le contaron al rey lo que Daniel hacía, Darío se vio entre la espada y la pared. Aunque admiraba y respetaba al profeta, tenía que ejecutar el decreto. En un acto de desesperación, el rey lo arrojó al foso de los leones con un grito sincero: «¡Que tu Dios, a quien sirves con tanta fidelidad, te salve!» (Daniel 6: 16).
Y efectivamente Dios lo salvó. Cuando el rey llegó a la mañana siguiente para ver qué había sucedido, Daniel gritó: «¡Que viva Su Majestad para siempre! Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran ningún daño, pues Dios sabe que soy inocente y que no he hecho nada malo contra Su Majestad» (Daniel 6: 21-22).
Fue un auténtico milagró. Daniel había pasado la noche con aquellas bestias hambrientas y ¡ni siquiera habían mordisqueado sus tobillos! «Entonces el rey se alegró mucho y ordenó que sacaran del foso a Daniel. Cuando lo sacaron, no leencontraron ninguna herida, porque tuvo confianza en su Dios» (vers. 23).
La próxima vez que te encuentres en una situación que aparentemente no tenga salida, recuerda a Daniel. Cuando sientas que los leones merodean a tu alrededor y no hay manera de escapar, acuérdate de Daniel. Si empiezas a perder la esperanza y a sentir que Dios te ha abandonado para que sufras solo, piensa en Daniel. Lo que Dios hizo por él ¡también puede hacerlo por ti! Confía en él incluso cuando sientas que estás en la guarida del león.
Ponlo en práctica: Piensa en un momento de tu vida en el cual Dios te haya protegido o ayudado y dale de nuevo las gracias por ello.
Ponlo en oración: Da gracias a Dios por protegerte en las situaciones difíciles a las que tienes que enfrentarte.