«Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos; pues no sabes qué es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno». Eclesiastés 1 1: 6
ESTA ES UNA FIGURA tomada del mundo de la agricultura. La idea comienza a ser trabajada en el versículo 1: «Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo hallarás». Ningún árbol produce frutos de un momento para otro. Primero es necesario plantar, regar, cultivar, abonar, esperar que salga el Sol, que venga la lluvia, que aparezcan las flores y finalmente los frutos.
«Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos», es la sugerencia de Salomón. ¿Cómo podemos aplicar este consejo a la vida espiritual en la maravillosa expectativa de verse producido en nosotros el carácter de Jesús?
Aquí Dios está tratando de mostramos el valor del esfuerzo humano. Tú tienes que arar la tierra, plantar el grano, abonar, cultivar la tierra, pero no puedes hacer salir el Sol o que caiga la lluvia. No puedes hacer germinar la semilla, o que crezca la planta.
El esfuerzo deliberado del hombre es para dejarse atraer por el poder de la cruz. Puede que te preguntes: «¿Tengo que esforzarme para dejarme atraer por Jesús?» Claro, ¿Y sabes por qué? Porque todos nosotros cargamos la naturaleza pecaminosa y a ella no le gusta vivir en comunión con la justicia. Le gusta vivir separada de Jesús, se complace en hacer las cosas erradas de la vida y sus preferencias son contrarias al carácter de Jesús. Incluso cuando vamos a
Jesús, solo estamos respondiendo a su atracción, por que la iniciativa de la salvación es divina. No somos salvos porque queremos; es Jesús el que inspira en nosotros tanto el querer como el hacer, a través de su buena voluntad.
Por lo tanto, es necesario un esfuerzo deliberado para orar, estudiar la Biblia, testificar y mantenernos unidos a Jesús cada minuto. Si nos descuidamos, en un abrir y cerrar de ojos estaremos apartándonos de él. «Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tus manos», es la instrucción de Salomón, y él sabía lo que estaba diciendo: conoció los dos lados de la vida, y finalmente fue victorioso. El libro de Eclesiastés fue escrito después que Salomón cayera profundamente en el pecado y experimentase días de soledad, desesperación y vacío interior. Pero venció, y ahora, victorioso en Cristo, dice: «Haz tu parte, no dejes reposar tus manos, coloca la simiente y después espera». Hacer salir el Sol no es asunto tuyo. Hacer germinar, brotar y crecer la planta es un problema de Dios. Búscalo de mañana y de tarde. Cada minuto de la vida siéntelo a tu lado, santificando tu voluntad y llevándote a las grandes obras de victoria que él promete a sus hijos.