«Que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiéndeles tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre. Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodea con tu buena voluntad». Salmo 5: 11-12, NVI
PODEMOS REGOCIJARNOS en la esperanza. Nuestro Abogado está en el santuario celestial intercediendo por nosotros. Por sus méritos tenemos perdón y paz. Murió para poder lavar nuestros pecados, revestirnos de su justicia, y hacernos idóneos para la familia celestial, donde podremos morar para siempre en la luz. Amado hermano, amada hermana, cuando Satanás quiera llenar nuestra mente de abatimiento, lobreguez y duda, resistamos sus insinuaciones. Hablémosle de la sangre de Jesús, que limpia de todo pecado. No podemos ocultarnos del poder del tentador; pero él tiembla y huye cuando se insiste en los méritos de aquella preciosa sangre. ¿No aceptaremos, pues, agradecidos, las bendiciones que Jesús concede? ¿No tomaremos la copa de la salvación que él ofrece, e invocaremos el nombre del Señor?— Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 297.
Toda la felicidad, la paz y el gozo, así como el éxito en esta vida dependen de una genuina y confiada fe en Dios. […] Creamos en Jesús como quien perdona nuestros pecados, que.quiere que seamos felices en las mansiones que ha ido a preparar para nosotros. El quiere que vivamos en su presencia; que tengamos vida eterna y una corona de gloria.— Mensajes para los jóvenes, S 138, p. 410.