«Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte» (Hebreos 12: 2).
Algunos dijeron que estaba demasiado gorda; otros pensaron que no estaba en forma. Cualquiera que fuera el caso, ella seguía corriendo el maratón tres horas después de que los demás corredores hubieran llegado a la meta. Avanzaba unos centímetros cada vez. Continuaba caminando pesadamente. Cuando subía la última colina y pudo ver la línea de meta a la distancia, sus ojos se quedaron fijos en ella. Continuaba y se repetía algo a sí misma una y otra vez. Cuando los camarógrafos que estaban cubriendo la carrera enfocaron su rostro, se pudieron entender claramente las palabras que decía. Levantaba el pie derecho y respiraba con dificultad: «Oh, Dios.. entonces levantaba el pie izquierdo y exclamaba: «.. .iYo pue do!». El público temía que se desplomara allí mismo pero, al cruzar la línea final, triynfanteRHlte exclamó: «jOh Dios, yo puedo!».
Este es un gran ejemplo de cómo podemos correr la carrera cristiana: dependiendo de Dios a cada paso que damos, especialmente cuando pensamos que no podemos avanzar un centímetro más. Este es el significado de «Fijemos nuestra mirada en Jesús». Como si estuvieras a punto de cruzar la línea de meta, lánzate a él sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda. Él te va a ayudar a llegar al final, porque él es «el autor» de nuestra fe. ¿Sabes de qué es responsable el autor de un libro? De cada palabra, de cada pensamiento, absolutamente de todos.Así es Jesús: el único responsable de que tengamos fe. Él hace que nuestra fe crezca; que, de comenzar como una pequeña semilla, llegue a la perfección final.
¿Sabes en qué fijó el Señor su mirada cuando tuvo que soportar la cruz? Hebreos nos dice que en «el gozo y la alegría» (12: 2) que vendrían después. Eso fue lo que lo mantuvo firme. ¿ Y en qué consisten ese gozo y esa alegría? En rescatarnos y darnos la bienvenida en los cielos algún día. Por eso, él también dijo algo así como: « iOh, Dios, yo puedo!». Cuando él se acercaba a la meta, tenía la vista puesta en ti y en mí; en nuestra salvación.
¿Estás corriendo hoy al máximo de tu capacidad, o tu fe se está marchitando? ¿Te duele dar cada paso? Como esa corredora exhausta, haz tuyo el lema: « iOh, Dios, yo puedo!» y úsalo en cada momento de tu vida. iCon Jesús la victoria es tuya!