En Romanos 14:1 al 3, el asunto se refiere al consumo de carnes que podrían
haber sido sacrificadas a los ídolos. El concilio de Jerusalén (Hech. 15) dictaminó
que los conversos gentiles debían abstenerse de comer esos alimentos. Pero
siempre estaba el interrogante de si las carnes que se vendían en los mercados
públicos provenían de animales sacrificados a los ídolos (ver 1 Cor. 10:25). A algunos
cristianos eso no les importaba para nada; para otros, en cambio, si existía
la menor duda, optaban por comer verduras. El tema no tiene nada que ver con
la cuestión del vegetarianismo y la vida saludable. Pablo tampoco insinúa en este
pasaje que la distinción entre carnes limpias e inmundas se haya abolido. Este no
es el tema en cuestión. Si la frase: “uno cree que se ha de comer de todo” (Rom.
14:2) se interpretara como que ahora se puede comer cualquier animal, limpio
o inmundo, estaría mal aplicada. Una comparación con otros pasajes del Nuevo
Testamento se pronunciaría en contra de ese uso.
Mientras tanto, “recibir” al débil en la fe implicaba otorgarle su plena condición
de miembro y de estatus social. No había que discutir con la persona, sino
otorgarle el derecho de opinión.
¿Qué principio deberíamos aprender, entonces, de Romanos 14:1 al 3?
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También es importante reconocer que, en Romanos 14:3, Pablo no habla negativamente
del “débil en la fe” (Rom. 14:1). Tampoco le da consejos a esta persona
sobre cómo llegar a ser fuerte. En lo que a Dios concierne, el cristiano por demás
escrupuloso (aparentemente sus hermanos cristianos lo califican como excesivamente
escrupuloso, no Dios) es aceptado. “Dios le ha recibido”.
¿De qué manera Romanos 14:4 amplía lo que acabamos de ver?
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Aunque debemos tener en cuenta los principios vistos en la lección de hoy, ¿no hay momentos y lugares a veces en los que necesitamos intervenir y juzgar, si no el corazón de una persona, al menos sus acciones? ¿Debemos dar un paso atrás y no decir ni hacer nada en ninguna situación? Isaías 56:10 describe a los guardianes como “perros mudos, no pueden ladrar”. ¿Cómo saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio? ¿Cómo logramos el equilibrio justo?