«Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre», Hechos 20: 28
LA SANGRE solucionó el problema del pecado a Adán y a Eva. Allí estaba la primera pareja, escondida detrás de un árbol, desnuda. Habían intentado cubrir su desnudez con hojas de higuera. ¿Qué habían logrado? iNada! Continuaban desnudos y ridículos. Esto nos prueba que las intenciones humanas para resolver el problema del pecado, por mejores que parezcan, no son más que pobres hojas de higuera: nada solucionan; solo disfrazan. Y disfrazan mal.Pero Dios apareció y proveyó un corderito. Ese cordero, que era símbolo del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, fue sacrificado. Su sangre humedeció el suelo del Edén; aquella sangre inmaculada mojaría, más tarde, el suelo de la historia.
Desde la primera hasta la última página de la Biblia esa sangre aparecería, como un hilo conductor rojo, mostrando al ser sin hacer nada. Solo por gracia.Este mensaje se repite, una y otra vez, a lo largo del Antiguo Testamento. En el incidente del sacrificio de Isaac, ambos, padre e hijo, entendieron que Dios es el único que puede proveer el cordero. Cuando Isaac preguntó a Abraham dónde estaba el cordero, la respuesta del patriarca fue: «Dios proveerá». Efectivamente, Dios proveyó. En el momento en que el cuchillo fuelevantado, Dios ordenó: «No hagas mal al muchacho». humano que la única solución para el problema del pecado es la sangre de Jesús.En todo esto, ¿cuál fue la participación humana? ¿Qué es lo que el hombre ha hecho? iNada! El cor dero pertenecía a Dios. La iniciativa de buscar al desesperado hombre partió de Dios; la idea del sacrificio fue de Dios; las ropas de pieles de ovejas, que cubrieron la desnudez de la pareja, fueron confeccionadas por Dios. El ser humano recibió todo,
Tú y yo solo vivimos haciendo mal. Después, intentamos resolver el problema «cubriendo nuestra desnudez con hojas de higuera» y escondiéndonos de Dios. Pero ‘icuán grande es la gracia de Jesús, que te busca incansablemente, hasta encontrarte! ¿Por qué vivir, entonces, angustiado y desesperado, por el peso de la culpa? Hay perdón para ti. «Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño paraapacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre».