« Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores 0) maestros, afin de perfeccionar a los santos hasta que todos lleguenaos a estar unidos por lafe y el conocñniento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hoznbre perfecto, a la pnedida de la estatura de la plenitud de Cristo». Efesios 4: 11-13, RVC
MEDIDA QUE PROGRESEN en la vida cristiana, los creyentes crecerán constantemente «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Probarán en su experiencia «cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor, que excede a todo conocimiento» (Efe. 3: 18 RVC). Sentirán entonces su insignificancia. No estarán dispuestos a proclamar su perfección de carácter, sino a exaltar la de su Redentor. Mientras más completa y profunda sea su experiencia en el conocimiento de Jesús, más humilde será el concepto que tendrán de sí mismos.
La verdadera santificación consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La conversión bíblica inspirará una actividad constante y perdurable, libre de todo egoísmo, de toda exaltación propia y de toda pretensión jactanciosa de santidad. Si estamos verdaderamente convertidos a Dios, ejerceremos una influencia firme y eficaz del lado de la verdad. El conocimiento inteligente de lo que significa ser cristiano hará de nosotros una bendición dondequiera que vayamos. Ya sea que tengamos uno, dos o cinco talentos (Mat. 25: 15), todos nos dedicaremos al servicio de quien nos lo ha confiado, a fin de que no recibamos la gracia de Dios en vano. […]
El Señor no se propone que nuestra luz brille de tal modo que nuestras buenas acciones o palabras causen la alabanza de la gente sobre nosotros mismos, sino que debe ser glorificado y exaltado el Autor de toda bondad. Jesús, en su vida terrenal, dio a los seres humanos un modelo de carácter. iCuán poco poder tuvo el mundo sobre él para conformarlo a sus propias normas! Toda su influencia fue desechada.— Review and Herald , 16 de octubre de 1888.
No podemos quedarnos estancados; hemos de avanzar o retrocederemos. [ . . . l Donde hay salud espiritual hay crecimiento. «Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo» (Efe. 4: 13, NTV). No hay límite para el mejoramiento.— Testimonios para la iglesia, t. 5, pp, 245-246, adaptado.